La democracia, mucho más que elecciones

Elisabeth Ungar Bleier
02 de agosto de 2018 - 03:00 a. m.

Las elecciones en un sistema democrático son una condición necesaria, pero no suficiente, para poder hablar de una democracia plena. Estas deben cumplir con determinadas condiciones: por ejemplo, deben realizarse de manera periódica y, salvo razones plenamente justificadas y sustentadas legal y constitucionalmente, en las fechas preestablecidas; se les deben otorgar garantías a los ciudadanos y a los candidatos para ejercer el derecho a elegir y ser elegido sin constreñimientos y a que los resultados se respeten; debe haber transparencia en los procesos electorales, antes y durante las campañas, así como en el conteo y escrutinio de los votos.

Sin embargo, esto no garantiza, por sí solo, la calidad de la democracia. Y mucho menos la legitimidad de los gobernantes. Éstas se construyen a partir del respeto al sistema de pesos y contrapesos entre las tres ramas del poder público y a su independencia; del acatamiento de las normas y las leyes; de la no injerencia indebida en los procesos y las decisiones públicas para buscar beneficios personales; de la protección de la dignidad humana y los derechos fundamentales, empezando por el derecho a la vida. Pero tambien de la libertad de expresión e información, del ejercicio de la oposición y de la protesta, de la participación ciudadana en las decisiones que los afectan.

En la mayoría de los países de América Latina, y Colombia no es la excepción, se vive una paradoja: la prevalencia e incluso la consolidación de regímenes democráticos, incluyendo avances en materia de democracia electoral, pero con amplios sectores de la población viviendo por debajo de la línea de pobreza, grandes brechas socioeconómicas, niveles de corrupción en aumento y altas tasas de homicidio e inseguridad. Esto se traduce en una creciente desafección de los ciudadanos hacia la política y los políticos. Daniel Zovatto, en su reciente libro Reforma Político Electoral e Innovación Institucional en América Latina (1978-2016), se refiere a este fenómeno como los desajustes entre la política y la sociedad, que se manifiestan no solo en un retraso en la forma de hacer política sino también de las formas de pensarla. Si queremos mejorar la democracia, es necesario reconectar a los ciudadanos con la política y con los gobernantes. Esto pasa por mejorar la calidad de las instituciones y de la representación, pero también por mejorar la calidad de los liderazgos.

La democracia electoral es importante, y debe fortalecerse, pero es insuficiente si no se sustenta en unos principios éticos construidos a partir del respeto a la dignidad humana, con más y mejor ciudadanía y con pleno respeto al Estado social de derecho. Por eso es importante que los ciudadanos entiendan que los votos obtenidos por un partido o un candidato, por numerosos que estos sean, permiten acceder al poder y ejercerlo. Pero no garantizan un buen gobierno, no aseguran la gobernabilidad, ni le confieren, por sí solos, la legitimidad al mandato del elegido. Ésta se demuestra y se construye con hechos.

* Miembro de La Paz Querida.

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