La dignidad despojada

Santiago Montenegro
17 de marzo de 2019 - 08:37 p. m.

Algunos columnistas y varios políticos, especialmente afectos al régimen chavista, han argumentado que los problemas de Venezuela son consecuencia del manejo errático de variables macroeconómicas y del bajo precio del petróleo. Si esto fuera cierto, los problemas del vecino país serían relativamente fáciles de resolver, pero me temo que la raíz de la crisis de ese país es mucho más profunda y estructural.

El problema fundamental de Hugo Chávez fue creer en una Revolución, con mayúscula, que, entre otras cosas, buscó eliminar la economía de mercado y la iniciativa individual, y creer que esa sociedad sería mejor con el Estado como ordenador, planificador y productor. En ese sentido, el chavismo cayó en el error en que incurrieron David Ricardo y el mismo Marx al pensar que, en la sociedad que emergió con la Revolución Industrial y la urbanización, lo más determinante era la esfera de la producción y no el intercambio mediado por el dinero en la circulación de mercancías.

Por el contrario, los grandes sociólogos clásicos, muchos filósofos y economistas sí comprendieron las implicaciones profundas del intercambio y del mercado para entender la nueva sociedad y, entre otras razones, por eso prefirieron hablar no del capitalismo, sino de la modernidad o de la sociedad abierta. Según ese grupo de pensadores brillantes, la creación y la expansión de un mundo objetivo de estructuras cada vez más abstractas, un mundo impersonal y de intercambio de cosas mediado por el dinero, así como la división del trabajo y la especialización, entre otras causas, fueron lo que hizo posible la conciencia interior, la individuación y, en últimas, la libertad personal. Porque en la sociedad tradicional o cerrada, en la que el intercambio comprometía la propia personalidad con sus vínculos familiares y en donde una misma conciencia moral lo invadía todo, la libertad individual no era posible. Además de la libertad, la modernidad también hizo posible la autonomía individual, la capacidad de las personas para planear y seguir sus propios planes de vida y la disolución de relaciones sociales basadas en la tradición y los privilegios. De esta forma, estos pensadores refutaron también la idea ingenua según la cual la libertad subjetiva era algo natural del ser humano desde el comienzo de los tiempos. No. La libertad individual fue y es una creación de la modernidad y, precisamente por eso, también se puede acabar.

Por supuesto, el mercado mediado por el dinero no es perfecto y, por eso, entre otras instituciones, la modernidad también tuvo otra gran creación, que fue la democracia política. Y no cualquier democracia. Creó la democracia en un sentido liberal, en donde el poder del gobernante está limitado, no solo en el espacio, sino también en el tiempo.

El problema de fondo del chavismo, entonces, no es el manejo errático de variables macroeconómicas, sino la Revolución, con mayúscula. Una revolución que, al destruir la democracia liberal y la economía de mercado, ha destruido también la libertad del individuo, su capacidad de agencia y su capacidad de actuar por deber y darse sus propias leyes. Esos miles de personas que escapan de Venezuela y caminan por las calles y carreteras de Colombia no buscan solo un techo y un pedazo de pan. También sueñan con recobrar su libertad y su capacidad de agencia. En pocas palabras, sueñan con una sociedad que les devuelva su tesoro más preciado: la dignidad humana.

 

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