La economía de Donald J. Keynes

Paul Krugman
12 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Hice un mal cálculo económico la noche de la elección de 2016, puesto que predije que Trump nos llevaría a la recesión. Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que la consternación política había nublado mi juicio y me retracté tres días después de la apuesta que había hecho. “Por lo menos es posible”, escribí el 11 de noviembre de 2016, “que déficits presupuestales mayores, de haberlos, fortalezcan la economía brevemente”.

Lo que no contemplé en aquel momento es qué tan grandes serían los déficits. Desde 2016, el gobierno de Trump ha implementado, en la práctica, el tipo de enorme estímulo fiscal que los seguidores de John Maynard Keynes pedían cuando el desempleo era elevado, pero que los republicanos bloquearon.

Contrario a lo que Donald Trump y sus seguidores afirman, no estamos viendo un auge sin precedentes. La economía estadounidense creció un 3,2 % el año pasado, una tasa de crecimiento que no habíamos visto desde... 2015. El empleo ha ido creciendo de manera constante desde 2010, sin ninguna interrupción en dicha tendencia después de 2016. A pesar de ello, el largo intervalo de crecimiento ha provocado que la tasa de desempleo disminuya a niveles que no se habían visto en décadas. ¿Cómo ocurrió y qué nos dice?

La fortaleza de la economía no refleja un cambio radical en el déficit comercial estadounidense, que sigue siendo elevado. Tampoco refleja un auge gigantesco en la inversión empresarial, como el que prometieron los proponentes del recorte presupuestal de 2017, pero que no ocurrió. Más bien, ahora lo que está impulsando a la economía es el gasto deficitario.

Los economistas suelen usar el déficit presupuestario ajustado en función del ciclo —un cálculo de lo que sería el déficit cuando haya empleo pleno— como una medida aproximada de qué tanto estímulo fiscal está dando el gobierno. Según esa medida, el gobierno federal ahora está inyectando tanto dinero en la economía como lo estaba haciendo hace siete años, cuando la tasa de desempleo era de más del 8 %.

La explosión del déficit presupuestal no es solo resultado de ese recorte fiscal. Después de que los republicanos se hicieron del control de la Cámara de Representantes en 2010, obligaron al gobierno federal a adoptar la austeridad, apretando el gasto a pesar del alto desempleo y los costos crediticios tan bajos. Sin embargo, una vez que Trump llegó a la Casa Blanca, repentinamente estuvo bien gastar de nuevo (siempre y cuando no fuera para ayudar a los pobres). En particular, el gasto discrecional real —los gastos en otra cosa que no sean Seguridad Social, Medicare u otros programas de la red de seguridad social— se ha disparado tras años de declive.

Entonces, en realidad no hay ningún misterio sobre la fortaleza continua de la economía: es una cuestión keynesiana. Pero, ¿qué aprendemos de esta experiencia?

En lo político, hemos aprendido que el Partido Republicano es tremendamente hipócrita. Después de despotricar contra los peligros de la deuda y la inminente amenaza de la inflación durante toda la era Obama, el partido abrió alegremente las llaves tan pronto como tuvo a su propio hombre en la Casa Blanca. Todavía podemos ver informes que describen a republicanos destacados como “cazadores de déficits” y nos preguntamos sobre su actitud relajada ante el actual flujo de tinta roja. Vamos, todos sabemos de qué se trató todo eso.

Además, sabemos que el largo periodo de alto desempleo posterior a la crisis financiera de 2008 podría haberse evitado fácilmente. Aquellos que advertimos desde el principio que el estímulo de Obama era demasiado pequeño y de corto alcance y que la austeridad estaba limitando la recuperación estábamos en lo correcto. Si hubiésemos estado dispuestos a proveer en 2013 el mismo tipo de apoyo fiscal que estamos otorgando ahora, el desempleo de ese año probablemente habría estado por debajo del 6 %, en lugar de ser del 7,4 %.

Pero en aquel entonces, la que yo solía apodar “gente muy seria” dio muchas razones por las que no podíamos hacer lo que la economía de manual decía que debíamos estar haciendo. La “gente muy seria” dijo que había una crisis de deuda, aun cuando el gobierno estadounidense era capaz de solicitar préstamos con tasas de interés increíblemente bajas. Dijeron que el desempleo elevado era “estructural”, y que no podía resolverse aumentando la demanda. En específico, los trabajadores no tenían las habilidades necesarias para una economía moderna.

Ninguna de estas afirmaciones era cierta, pero aunadas al obstruccionismo republicano, ayudaron a posponer un retorno al empleo pleno durante muchos años.

Entonces, ¿los déficits de Trump son algo bueno? Resulta que hace dos años Estados Unidos estaba todavía más lejos del empleo pleno de lo que mucha gente pensaba, así que incluso ahora se justifica que haya un estímulo fiscal. Además, los riesgos de la deuda son todavía más bajos de lo que la “gente muy seria” afirmaba.

Sin embargo, si vamos a aumentar la deuda, debería ser por un buen propósito. Podríamos estar usando los déficits para reconstruir nuestra infraestructura maltrecha. Podríamos estar invirtiendo en los niños, asegurándonos de que tengan la salud y la nutrición adecuadas, y de sacarlos de la pobreza.

No obstante, los republicanos todavía están bloqueando todo tipo de gasto útil. No solo los republicanos del Senado se oponen a la inversión en infraestructura, el gobierno de Trump está proponiendo enormes recortes a la ayuda para los niños, en particular en los servicios médicos y la educación. Parece ser que los déficits son buenos solo si se incurre en ellos para dar enormes exenciones fiscales a las corporaciones, que usan el dinero para recuperar sus acciones.

Esa es la historia de la economía en 2019. El empleo es elevado y el desempleo bajo, porque los republicanos han adoptado de buena gana el tipo de gasto deficitario que afirmaban destruiría a Estados Unidos cuando los demócratas estaban en el poder. No obstante, nada de ese gasto se está usando para ayudar a los necesitados ni para fortalecernos a largo plazo.

(c) The New York Times.

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