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La empastelada

Lorenzo Madrigal
03 de mayo de 2009 - 11:28 p. m.

UN AMABLE LECTOR DE MI “EMPAStelada” columna anterior (quiero pensar que el daño de las galeras ocurrió por un descuido de talleres y no por obra de algún uribista infiltrado) hace notar un talante conservador en ella, porque menciono al presidente Ospina y también me refiero al ex ministro don Alberto Casas, de la W Radio.

No, señor, no necesariamente. Lo que sucede es que, de acuerdo con los fanatismos del pasado, el que se atreviera a mencionar un personaje de un partido en un periódico del otro partido era digno de anatema. Y he aquí que no sólo Alberto Lleras, de mi franca admiración, fue pulcro en lo de sus hijos, cuando estuvo en el poder. Por eso escribí: Ospina, entre otros. Y me refería únicamente a su tiempo de gobierno, no a su posterior descendencia.

Traje a cuento el caso de los López (hablo para los que me leyeron en internet, ya que el escrito sólo podía descifrarlo un disléxico), porque ambas administraciones tuvieron problemas filiales, reales o aparentes. Uno de los dos mandatarios cayó estrepitosamente y el otro fue recibido en malla protectora por el mencionado doctor Lleras y por don Hernando Santos. El ex presidente López Michelsen ha fallecido y si no fuera así (bien que lamento su muerte) pediría columna para refutar lo dicho, como lo hizo alguna vez.

Quise referirme al amigable lector, don Antonio Ramírez Caro, que mereció la página de Correo, en contraste con algunos foristas de la Red, que se divierten con el asomo al periodismo electrónico que se les depara y que usan para mortificar a los columnistas, a veces con peculiar ortografía y modales.

Les cuento que en mi columna pasada hablaba del nepotismo en que cayó la actual administración (perpetua), sin que esto pueda, de alguna manera, corregirse. Es creíble que el Jefe del Estado, con sin igual malicia y mientras viajaba al exterior, recomendara a sus hijos la entrevista con el ex presidente César Gaviria, en busca de orientación para lo de sus hazañas lucrativas. Un ministro les hizo el puente con el jefe liberal, pues los chicos andan de gancho con el gabinete de su padre.

Era tanto como acudir a la OEA , de la que fue Secretario General el ex presidente. Y como es propio de la OEA, Gaviria no atinó a decirles mayor cosa, salvo amabilidades insulsas. El consejo de “sigan adelante” fue, en cambio, demasiado permisivo.

Ganancioso resultó el titular del poder, quien pudo atemperar la ferocidad que por fin empezaba a mostrar César Gaviria, al comprometerlo con la educación de sus hijos (hijos del Ejecutivo), en franco compadrazgo. ¿Escapará el jefe del liberalismo a tan sutil encerrona?

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