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La enfermedad autoinmune del Polo

María Elvira Samper
30 de enero de 2011 - 06:00 a. m.

SI ENTRE LOS VERDES LLUEVE, EN EL Polo no escampa. Da grima su situación, sufre de enfermedad autoinmune, sus defensas no están funcionando bien.

La característica principal de esta enfermedad es la reacción del organismo frente a algunas de sus células: las rechaza como si fueran cuerpos extraños, como enemigos. Es un desajuste interno que podría compararse con las alergias, que no son más que una reacción desproporcionada del cuerpo frente a sustancias que no constituyen per se un peligro para la salud.

El caso de Gustavo Petro, uno de los más destacados líderes de la oposición, ilustra muy bien la enfermedad. El ex candidato presidencial no era nocivo para la salud de su partido, como tampoco lo era el ex alcalde Lucho Garzón, uno de sus fundadores, que también sintió el rechazo y terminó fuera de sus filas.

El mal es de vieja data y lo peor es que sufre no sólo una, sino varias clases de la misma enfermedad. Evidencia síntomas de anemia perniciosa (el organismo no fabrica la sustancia indispensable para la formación de los glóbulos rojos que son los que transportan el oxígeno) y por eso se asfixia en medio de las contradicciones y diferencias internas. Da señales de artritis reumatoidea: la inflamación de las articulaciones se evidencia en la rigidez del ala radical, que se niega a moverse hacia el centro e insiste en parquearse en las posiciones de la izquierda dogmática y anacrónica. Presenta indicios de diabetes tipo I, como son la pérdida de peso —peso político— y visión borrosa —la dirigencia no ve con claridad cómo la falta de autocrítica los está enterrando, minando su credibilidad y nublando su futuro—. También revela síntomas de esclerosis múltiple, lo cual explica el bloqueo de sus impulsos nerviosos, su baja capacidad de reacción frente al escándalo de la contratación en Bogotá. Y para completar el complejo cuadro clínico, da señales de miastenia grave, como la dificultad para tragar y asimilar las críticas.

Algunas teorías sostienen que las enfermedades autoinmunes son producto de una predisposición genética. El caso del Polo, fundado precisamente para evitar la consabida división, demuestra una vez más que la izquierda criolla lleva en el ADN el germen de su autodestrucción. No de otra manera se explica por qué lo que logró en sólo tres o cuatro años, que fue convertirse en la segunda fuerza política del país, por encima del Partido Liberal, hoy es más pasado que presente y su futuro es de pronóstico reservado.

El Polo no detectó al verdadero enemigo interno, al verdadero peligro para su salud, que no eran Garzón y Petro, los moderados. Era y es la Anapo de los hermanos Moreno, y cuyos hilos mueve tras bambalinas su madre, La Capitana. Los Moreno Rojas —y sus amigos samperistas— intoxicaron el Partido con las más perniciosas prácticas clientelistas. Y más lamentable aún es que sus aliados de la línea dura, entre ellos los más conspicuos representantes del partido, como Carlos Gaviria, Jorge Enrique Robledo y Germán Navas Talero, ciudadanos libres de toda sospecha, poco o nada hayan hecho para poner el tatequieto. Lejos de asumir una posición crítica frente a la administración Moreno, se parapetaron tras la excusa de que hay que esperar el fallo de la justicia. Muy distinta a la actitud frente a los escándalos que enlodaron al uribismo: parapolítica, yidispolítica, chuzadas, Agro Ingreso Seguro, falsos positivos…

Creo que más que las diferencias internas o la expatriación de figuras moderadas, lo que hunde al Polo es la administración de Bogotá y el escándalo de la contratación. El futuro del Polo no es “moreno”, es negro. Con su pan se lo coman.

 

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