Atalaya

La fábula de María Tifoidea

Julián López de Mesa Samudio
26 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Desde que era una chiquilla en Cookstown, una población de tradición industrial y obrera en Irlanda del Norte, Mary Mallon se acostumbró a trabajar y a valerse por ella misma. Nacida en 1868, durante su niñez hubo de sufrir los últimos rigores de las grandes hambrunas irlandesas del siglo XIX lo que la llevó a los dieciséis años a emigrar, como tantos otros de sus compatriotas por aquel entonces, a los Estados Unidos. Allí se alojó con algunos familiares que servían a personas acaudaladas lo que le facilitó encontrar empleo como cocinera en las casas de la élite.

De 1900 a 1907, Mary trabajó para siete familias neoyorkinas. Y aunque su sazón era altamente apreciada y recomendada entre sus selectos clientes, muchos de sus empleadores y sus allegados extrañamente enfermaban de fiebre tifoidea mientras Mary trabajaba para ellos. Tal fue el caso de Charles Henry Warren, prestigioso banquero cuya familia enfermó durante unas vacaciones en Oyster Bay, un rico condado donde habían pasado muchas décadas sin que se hubiese presentado ningún caso de fiebre tifoidea. Consternado por la rareza del caso, Warren decidió contratar a George Soper, un renombrado ingeniero sanitario, para que investigara las causas de la repentina infección.

El 15 de junio de 1907, Soper publicó en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense los resultados de su investigación y concluyó que el vector de transmisión de la enfermedad no era otro que Mary Mallon. El problema era que Mary se hallaba en perfecto estado de salud y a lo largo de su vida nunca había presentado ningún síntoma de fiebre tifoidea. Para complicar aún más las cosas, Mary era terca y tenía un carácter recio e indómito producto de su ruda educación irlandesa. La mujer furiosamente se negaba a ser examinada por Soper y sus científicos, y a entregar muestras para su análisis pues, al sentirse sana y vital, no veía cómo los brotes de fiebre tifoidea tenían que ver con ella, a pesar de la clara estela de enfermedad que sembraba tras de sí.

Por meses Soper y Mary Mallon jugaron al gato y al ratón y su disputa incluso llegó a los diarios de la época, los cuales bautizaron a Mary con el apodo de “Typhoid Mary” (María Tifoidea). A finales de ese año, Soper logró que un juez le ordenase una cuarentena indefinida a Mary Mallon, quien no sólo se negaba a aceptar que era portadora asintomática (el primer caso documentado) y transmisora de la enfermedad, sino que también se rehusaba a dejar de trabajar, como siempre había hecho, como cocinera. De 1907 a 1910 Mary fue aislada en el hospital de North Brother Island.

En 1910 la cuarentena fue revisada por las autoridades sanitarias estadounidenses quienes decidieron revocarla tras firmar un documento con Mary Mallon en el que ésta se comprometía a abandonar su oficio y a adoptar todas las medidas necesarias para dejar de esparcir la enfermedad. No pasó mucho tiempo antes de que Mary, usando otro nombre para no ser detectada, volviese a trabajar como cocinera. En 1915 causó un brote grave en el Hospital para Mujeres de Sloane en el cual murieron dos personas. Tras este incidente fue arrestada y puesta de nuevo en aislamiento forzoso en North Brother hasta su muerte en 1938. Hoy se cree que Mary Mallon pudo haber infectado cientos de personas, muchas de las cuales murieron…

Esta es la historia de María Tifoidea cuya moraleja para estos tiempos, apreciados lectores, ya habrán podido deducir.

@Los_Atalayas, atalaya.espectador@gmail.com

 

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