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¡La falta que hace la radio!

Julián López de Mesa Samudio
07 de mayo de 2015 - 04:00 a. m.

EN EL MUNDO DE LOS MEDIOS DE comunicación tradicionales la falta de talento y creatividad es suplida de manera creciente por la vulgaridad y la grosería.

Lo anterior es aún más dramático en los programas de radio dirigidos a una audiencia juvenil. Cualquier programa de radio dirigido a este público, a cualquier hora en que no suene música, es un suplicio. La cantidad de sandeces, de referencias ramplonas de doble sentido, además de la hipersexualización y vulgarización de cualquier discusión, hace que sea verdaderamente torturante escuchar más de unos pocos minutos de cualquiera de estos programas.

Pero el reclamo nada tiene que ver con moralidad. Señores de La Mega y Los 40 Principales: sus programas son un insulto a la inteligencia. La de sus oyentes —personas jóvenes que reclaman, hace rato, mucho más de lo que ustedes les proporcionan—, la de sus clientes —quienes pautan y patrocinan en unos programas con cada vez menos contenido— y de la sociedad en general —que ha de aguantarse sus tonterías, como si no fuese suficiente con Blu Radio y la W…—.

La juventud no quiere ser sólo entretenida ni tratada con condescendencia… Ahora puede y sabe acceder a la información y con ésta a la posibilidad de empoderarse como nunca antes en la historia: la era de la información le ha dado cada vez más soberanía, independencia y seguridad. Si el segmento de mercado al cual se desea llegar es el de la juventud, apuntarle a la estupidez, a la ordinariez, a la glorificación de la mediocridad, va en franca contravía de las actuales tendencias. Se debería tener en cuenta que lo que los está moviendo crecientemente es un nuevo espíritu de rebeldía que desde hace unos años se agita en el mundo; rebeldía que se refleja en una aproximación responsable e informada frente a la tierra, a los demás seres vivos y, lo que es más importante, a la forma como nos relacionamos con los demás. En buena medida son los jóvenes quienes están moviendo la revolución cultural en la que nos hallamos inmersos, y por ello reclaman estímulos, no autocomplacencia; desean retos, no amodorramientos mentales; quieren romper, no diluirse en la insignificancia que representa ser parte de la masa amorfa cuya estrechez de miras y limitación intelectual ustedes promueven a diario.

Bien sabemos que ustedes, radios juveniles, sólo son responsables de que al negocio le vaya bien y rinda sus réditos. No son responsables de la educación de sus radioescuchas, sino de satisfacer las necesidades de sus patrocinadores, clientes e inversores. El suyo es un negocio en el que priman las dinámicas de mercado y no otras consideraciones. Eso lo sabemos. Pero no se han percatado de que el mercado ha cambiado y que apuntarle a la mezquindad intelectual, a proponer estándares cada vez más bajos, va en absoluta contravía del curso que está tomando el mundo (y por tanto el negocio mismo). Nadie pide que tornen sus programas en bodrios aburridos y densos, pero tampoco que cada vez que abran la boca salga un sartal de babosadas que minuto a minuto son un atentado flagrante contra la inteligencia de los escuchas; un mínimo contenido podría matizar en algo las horas enteras de chismes, los chistes simplones de doble sentido, y las bromas pesadas y de mal gusto (que por demás ni escandalizan, ni son chistosas, pues hace tiempo dejaron de ser novedad). Pedimos profundidad. O, por lo menos, algún sentido de vergüenza.

@Los_Atalayas

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Atalaya.espectador@gmail.com

 

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