Lo divino y lo humano

La fiera está herida

Lisandro Duque Naranjo
11 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

El Gobierno colombiano, desde sus comienzos hace 15 meses, tiene su propio concepto de país, que no guarda relación ni con sus obligaciones constitucionales ni con la Colombia llamémosla contemporánea, que independientemente de que no lo haya elegido está inscrita tácitamente en unas expectativas inspiradas en el Acuerdo de Paz, un acto de Estado. Aun así, y aunque no haya virajes como consecuencia de la renuncia forzada que tuvo que presentar el ahora exministro de Defensa Guillermo Botero, cuya moción de censura —por los valores vinculantes que tendría— debiera continuar y consumarse en la sesión correspondiente prevista para esta semana. Así las cosas, debería hacerse también extensiva la moción de censura a otros altos funcionarios, sobre todo a los implicados en el bombardeo en el Caquetá, todo ese generalato de halcones que le dio a la supuesta cuadrilla de “Gerardo el Cucho” un trato que le sobredimensiona su importancia como si estuviéramos ante una figura insurgente de gran jerarquía. Más reprobable esa teatralidad militar, tan aparatosa, si aparte de ser el objetivo de la operación una figura de poca importancia de las disidencias, quienes estaban cerca de él, y perecieron, eran ocho menores de edad, entre ellos dos niñas de 16 y 12 años. Hace más peregrina esa desproporción el hecho de que hubiera ocurrido dos días después de que Iván Márquez, Jesús Santrich y el Paisa, a centenares de kilómetros, hubieran hecho un pronunciamiento de volver a las armas. Para las distancias entre esas selvas y llanuras, los “reflejos” castrenses resultaron excesivamente rápidos. Obvio que fue por eso por lo que, al descubrir el exceso, le dieron al demencial infanticidio un perfil bajo, sin calcular que el presidente, con muchas ínfulas e ignorando quiénes habían sido las víctimas, le daría el rango de “impecable”.

La intención, sin duda, es publicitar unilateralmente un falso estado de guerra, con el espectáculo, supuestamente ya superado y para que la gente vuelva a acostumbrarse a él, de cuerpos despedazados para satisfacer a los sectores de opinión adictos a las escenas de morgue a manera de pan de cada día. Evidentemente la cúpula militar, bajo el mando de Nicacio Martínez, empezó hace dos meses —lo de San Vicente del Caguán fue el 29 de agosto— a escalar los falsos positivos a operaciones de mayor vistosidad. Le resbaló, sin duda, la denuncia que hizo The New York Times hace seis meses, en mayo, cuando ya se había producido el mentiroso forcejeo, con entierro acompañado de su moto, de Dimar Torres. Esto fue en abril. Y después vendrían los asesinatos sucesivos de indígenas que permiten calificar los episodios del Cauca como un verdadero etnocidio tipo Far West. El caso de Flower Trompeta fue el último en el que los militares fueron pillados en flagrancia, según lo demostró con brillantez de forense Roy Barreras en el Congreso.

El Centro Democrático está en pérdida, sin duda, mas no por eso desiste de imponernos su hegemonismo, aun después de su derrota electoral y de los ministros y militares que se le irán desplomando. Menos mal que su jefe anda tan desvirolado echándole la culpa de sus calamidades al foro de São Paulo, a Cuba, a la ONU y a Venezuela. Por algo se olvidó de Sinaloa. Pero no hay que confiarse, porque una fiera herida es muy peligrosa.

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