La fuerza del error

Lorenzo Madrigal
07 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Que la fuerza del error radica en la parte de verdad que contiene, lo dijo el papa Paulo VI (no el más afable y simpático de los papas, pero sí el más filosófico). Y, a su vez (viceversa, diría la reina), la verdad se debilita cuando va mezclada con algún error.

Sabemos que algo así acaba de pasar en el caso del dossier que el presidente de Colombia entregó a Naciones Unidas, con datos fidedignos sobre la presencia en Venezuela de los movimientos rebeldes que operan en Colombia, lo que es un hecho público y notorio.

Inexplicablemente, por aquella confianza que les dan los altos mandos a sus subalternos, ocurrió lo que ocurrió, con resultados fatales. En este caso se ha desdibujado una muy seria misión del mandatario de los colombianos frente a la comunidad mundial. Todo por mezclar, con el material de pruebas, unas cuantas que han salido a la luz pública como equivocaciones evidentes.

El material, ya se sabe, era trivial: unas fotografías que se dijeron tomadas en Venezuela y lo fueron en territorio nacional. Al parecer, Inteligencia Militar las entregó, en una primera fase de este entuerto, a un periódico, uno de cuyos periodistas, enterado del error en el dossier, las divulgó, haciendo más daño del que se merecía ese dislate. Torpeza, solamente torpeza, porque nadie pretendía con ello engañar acerca de lo que otras evidencias confirman: ellos están ahí.

***

Bolívar, ¿cómo vamos? Felicitaciones, Juanita Uribe, escritora y productores. Tremendo esfuerzo. Acertado trasunto de época, con estremecedora puesta en escena de la esclavitud, pecado de la historia humana. Trajes, a veces con apariencia de reciente factura, sin arrugas ni ajustes a los entresijos corporales. Los encajes siempre me parecerán carpetas recién planchadas.

Al Simón Bolívar en primera juventud lo veo bien escogido, aunque sus dos dientecitos de arriba, por así llamarlos, reclaman diseño. Al temperamento del actor como que no le va la energía que de repente despliega; su estatura, muy bolivariana, cambiará cuando aparezca como el héroe descomunal que han mostrado los anuncios. La difunta primera mujer del Libertador, si era española, no lo escenificó. Y otra cosa, muy mía, yo me pierdo cuando cambian las locaciones: ahora, ¿dónde estamos? Una más: adoro a esa maravillosa actriz que hace de negra Hipólita, doña Bárbara Perea: ¡madre mía! Tampoco ha faltado el humor, como en la mejor dramaturgia, pero el personaje escogido, aunque tiene lo suyo, todavía no me hace reír. La cosa es difícil.

Aclaro que mis opiniones no califican; soy televidente y telenovelero, cuando se trata de historia; y algo más, me interesan las artes escénicas, porque de adolescente tuve algo que ver con bambalinas. De hecho pinté al temple numerosos telones.

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