A mano alzada

La guerra con China: ¿otro mal cálculo americano?

Fernando Barbosa
07 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

La guerra comercial entre China y Estados Unidos parece complicarse cada vez más. Resulta difícil no comparar el presente enfrentamiento sinoamericano con los choques que por razones similares se dieron hace décadas entre Japón y Estados Unidos. Los primeros problemas datan de los años 50, cuando los dos países se enfrentaron a causa de los bajos precios de los textiles japoneses, asunto que fue resuelto con el compromiso japonés de autolimitar sus exportaciones. Mecanismo que volvió a usarse con el acero en 1969. Pero el asunto revivió en 1977 con un nuevo ingrediente: el dumping, lo que llevó a un acuerdo sobre precios de referencia que al final afectaría negativamente las exportaciones de acero de Japón. Igual sucedió con los televisores de color, sometidos a cuotas voluntarias, situación que al final se saldó con la localización de fábricas japonesas en Estados Unidos.

La confrontación se profundizaría con los dos shocks de Nixon de 1971. El primero fue la famosa visita de Nixon a Beijing, la cual impactó la política internacional y doméstica de Japón. Y el segundo, el abandono del patrón oro y un alza en los aranceles. No obstante, eso no redujo el superávit comercial de Japón y, a pesar del impacto que provino de las dos crisis petroleras de esa década, el resultado fue un fortalecimiento político y económico que llevó a los nipones a la cima de su desarrollo.

Esto fue seguido por el Acuerdo del Hotel Plaza en Nueva York de 1985, en el cual los ministros del G-7 acordaron la devaluación del dólar, que llevó a la revaluación del yen. Los economistas esperaban que el modelo llevara a lo que se conoció como la “Curva ‘J’ invertida”. Se anticipaba la disminución de las exportaciones que perderían competitividad a causa de la revaluación y a un aumento de las importaciones. Pero nada de eso sucedió. Los productores japoneses no traspasaron los costos a los consumidores americanos y esquivaron y maniobraron para sacarles ventaja a las nuevas condiciones que, en términos de dólares, significaron una valoración inmensa de sus activos, entre otras cosas.

El curso de las negociaciones sinoamericanas de hoy parece inclinarse a recorrer vericuetos aún más inciertos. Un ejemplo: la solicitud de Washington para que Beijing introduzca cambios en su legislación. Al respecto, el exasesor del Banco Central chino, David Li Daokui, ha advertido: “el enfocarse en lo legal superó el pensamiento estratégico y hubo un énfasis excesivo en los términos legales y las cláusulas penales… Dañarán la atmósfera si siguen preocupados por estas cláusulas, que no corresponden a la forma de pensar china”.

El intento de Estados Unidos para frenar a Japón fracasó y es probable que el fiasco se repita con China. Como también fracasó Europa en el siglo XX cuando quiso frenar a Japón y a Alemania. Pero el resultado, entonces, fue la peor de las guerras. Lo cierto es que hasta ahora no se ha desarrollado un modelo a prueba de fuego y que dé certidumbre sobre los resultados.

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