Rayos y centellas le han caído a este escribano porque se atrevió a hablar bien de la ivermectina en una columna publicada en este diario titulada “Ministro, no sea tan terco”. Allí, palabras más, palabras menos, hacía referencia a los poderes de este medicamento en la lucha contra el COVID-19, con testimonios de importantes infectólogos y casos de su eficacia, como por ejemplo el de los 59 adultos del ancianato San Miguel de Cali, quienes con la ivermectina y otras drogas pudieron superar la enfermedad y hoy gozan de cabal salud.
Sin embargo, ante este hecho, los sabios del Instituto de Infectología manifestaron que se trató de una “coincidencia” —cómo les parecen los genios—, agregando esta perla: que su uso podía tener repercusiones mentales en quienes la utilizaran, tildando de irresponsable al Sirirí, quien como pudo se defendió ante la andanada que le propinaron en W Radio, que menos mal no le quitó el micrófono.
Pero la guerra contra la ivermectina no paró allí y siguen los ataques reafirmando que no sirve para nada y que la única salvación es la vacuna, que nos llegará cuando hayan muerto más y más colombianos en las UCI, en los pasillos de los hospitales o en las calles, como sucedió en Guayaquil.
Sin embargo, pese a la satanización de que ha sido víctima, este medicamento se está vendiendo como pan caliente y dura más un suspiro en la puerta de una escuela que la ivermectina en las droguerías, farmacias y boticas. Es más, se está exportando con éxito.
Paradójicamente, hay personas de la Casa de Nariño que la están tomando y otras que gracias a ella habrían superado la primera etapa de la enfermedad, porque es cierto que su acción no sería preventiva, pero ya se está demostrando que si se toman las gotitas milagrosas, apenas aparecen los síntomas y un porcentaje mayoritario logra salir adelante.
La falacia más grande es afirmar que su ingesta produce trastornos mentales y ahí sí sus enemigos se pifiaron, porque desde que se inventó la ivermectina se ha recetado para eliminar los piojos en la cabeza de los niños y no existe ningún caso, léase bien, ningún caso de problemas mentales. De haber sido así, hacía rato la habrían prohibido.
Lo único que se me ocurre pensar es que quienes están hablando pestes de la ivermectina poco saben de piojos en los infantes.
* Nota del editor. Sugerimos consultar los siguientes artículos:
“La ivermectina posee riesgos adversos”: académicos colombianos
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