La hibernación del crecimiento y el desarrollo del campo

Alejandro Reyes Posada
03 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

El período de hibernación al que entró la economía del mundo traerá una contracción simultánea de la producción y el comercio global, con una crisis de oferta y demanda que afectará el empleo, frenará la ilusión del crecimiento indefinido en un planeta con recursos finitos, aumentará la pobreza y traerá posibles explosiones sociales para cambiar estructuras de poder que no sirvan para superar la crisis social que se avecina.

Es muy posible que las democracias liberales, hoy dominadas por el capital financiero de alcance global, frenen el proceso de globalización neoliberal para acelerar el paso a la regionalización nacionalista de las tres potencias mundiales, Estados Unidos, Rusia y China, que se reparten sus áreas de influencia en conflicto unas con otras. Muchas economías nacionales tendrán que replegarse sobre sí mismas y descansar en sus fortalezas competitivas, asegurando los bienes fundamentales para su seguridad alimentaria y el sostenimiento de la población, que se hunde en la precariedad al no ser absorbida por la economía.

En la nueva economía poscrisis, Colombia no es competitiva en tecnología, producción industrial o hidrocarburos, no tiene una fuerza de trabajo calificada ni disciplinada, y la única ventaja competitiva es su dotación de tierras productivas y agua, que la podrían convertir en un jugador importante en la producción de alimentos para el resto del mundo. Los recursos naturales no bastan para aprovechar esta ventaja si no se resuelven problemas fundamentales del desarrollo del mundo rural, comenzando por un sistema claro y seguro de derechos de propiedad sobre la tierra, aquejados por los dos extremos de un gran campesinado arrinconado en tierras informales y una minoría rentista que acapara, muchas veces de manera ilegal, la mayor parte de la tierra productiva y que no tributa lo que debería para financiar los servicios de los municipios.

Si el país quiere aprovechar la ventana de oportunidad que ofrece la contracción y posterior recuperación de la economía para enrumbar el modelo de desarrollo sobre los fundamentos de su verdadera competitividad, es hora de tomar en serio el mundo rural y de integrar la periferia descuidada a la producción de alimentos, para lo cual existe la ruta trazada en el Acuerdo de Paz, que, por ser un país tan diverso en sus regiones, le dio énfasis al enfoque territorial del desarrollo rural, para que los territorios sean competitivos por su localización, sus recursos naturales, las capacidades de su población y los bienes públicos necesarios para lograrlo. La mitigación del cambio climático exige además parar la deforestación que expande innecesariamente la frontera agraria, reducir el área de ganadería extensiva y aumentar la productividad de la agricultura campesina y empresarial y sus canales de comercialización, mejoramiento tecnológico y financiación.

El desarrollo rural pospandemia debe superar el trauma masivo del conflicto armado y para ello debe invertir más donde la guerra desplazó y confinó a la población campesina, donde se destruyó la economía y el tejido social, y donde el poder estatal fue reemplazado por el crimen organizado que explota mercados ilegales, que son las regiones donde operan los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).

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