La Historia de los perdedores

Ana Cristina Restrepo Jiménez
16 de noviembre de 2018 - 09:15 p. m.

La verdad no es una. Existen diversas disciplinas y maneras de construirla, múltiples fuentes y versiones.

El periodismo es solo otra fuente que expone parte de las historias, de la Historia. Cuando en las escuelas de comunicación se repite la máxima “la Historia la escriben los vencedores”, la advertencia es clara: el periodismo supera la coyuntura y la voz del Poder. Nutrimos un relato mayor.

Pero es al final de los conflictos cuando es posible comprender que, en el largo plazo, el gran triunfo es escribir la Historia. Hacerlo demanda una concepción de ciencia.

Coyunturas como la colombiana —la firma de un Acuerdo de Paz, seguida de un Gobierno elegido democráticamente cuyo partido hizo oposición sistemática a dicha negociación— favorecen la revisión del pasado: protegido por la libertad de expresión, cualquier periodista o investigador sin rigor puede reescribir la Historia desde sus posiciones ideológicas.

Entramos en los terrenos escabrosos del revisionismo histórico, la reinterpretación. En su acepción peyorativa, el revisionismo es una práctica pseudocientífica que apela a la manipulación de la información con fines políticos, desligada del método científico. No pasa por los filtros de la revisión por pares ni del contraste. Su forma clásica es el negacionismo. Por ejemplo, la negación del Holocausto ha alcanzado tal magnitud que algunas legislaciones de países europeos asumen dichas versiones como delito.

En ese sentido, bienvenidas las polémicas públicas como la que desató el supuesto nombramiento de Mario Javier Pacheco en la Dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica. Las suspicacias permanecen con el académico Vicente Torrijos en el mismo cargo (al cierre de esta columna, su nombramiento no es oficial, pero su contratación va muy adelante).

¿Por qué tanta alharaca? Las instituciones son otra forma —¡poderosísima!— de escribir la Historia.

La investigación periodística “La bodega de Fico”, bajo la dirección de Juan David Ortiz y publicada en De la Urbe (periódico de la Universidad de Antioquia) y La Silla Vacía, acaba de recibir el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. El reportaje evidencia las actividades de Mateo Gómez Vahos, estratega en redes de la Alcaldía de Medellín quien, con un equipo que creaba y manejaba perfiles falsos, le hizo campaña al Centro Democrático en época electoral y se dedicó a atacar a opositores de la gestión de Federico Gutiérrez. Guiados por metodologías de investigación, los periodistas universitarios penetraron hasta donde los organismos de control no pudieron… o no quisieron. La Alcaldía de Medellín insiste en negar los hechos.

“La Mesa de Centro”, de Carlos Cortés, también mereció el PNSB por el trabajo “Martínez se escribe con W”: ni más ni menos que un ejercicio de revisión de pares.

Revisar la Historia es sano, indispensable para cualquier disciplina del conocimiento, para toda democracia. Gracias a las herramientas de las ciencias sociales es posible dejar de lado el sesgo ideológico, concentrarse en los datos y hechos verificables.

Mejor lo dijo el director de cine Eduardo Mignogna: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que existe otra historia: la verdadera”.

 

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