La incógnita de Michelle

Gustavo Páez Escobar
06 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

Pocas mujeres en el mundo han tenido éxito tan fulgurante como el que tiene Michelle Obama. De cuna humilde y raza negra, desde su niñez en el sur de Chicago, rodeada de pobreza y múltiples obstáculos, aprendió de su madre a pensar por sí misma. Ella le enseñó a leer y ser fuerte. Su hija le debe el espíritu de lucha y superación que ha mostrado paso a paso, hasta conquistar inmensos logros en su vida personal y en la actividad pública.

Consciente de que en su ascendencia figura un infamante pasado de esclavitud, Michelle no ha negado nunca ese hecho. Por el contrario, se siente orgullosa de proclamarlo. Con ello quiere significar la dimensión de sus actuaciones y el sentido de liberación que deja para la mujer. Lo importante para ella está en traspasar las barreras y saber que el mundo es de todos.

Su primer reto grande fue conseguir su ingreso a la universidad, que parecía estarle negado en un país tan racista como Estados Unidos. En la Universidad de Princeton, una madre protestó porque su hija compartía la habitación con una negra, y tuvieron que separarlas. Y hubo quienes dudaban de que fuera aceptada en la Universidad de Harvard. Sin embargo, fue recibida y sobresalió por sus capacidades.

Como primera dama dejó claro su carácter innovador y no se plegó a las costumbres establecidas. De entrada anunció que sus hijas se arreglarían la cama y harían otros oficios personales. Digna de resaltar es esta frase de su libro Mi historia: “Me habían educado para ser capaz de resolver mis propios asuntos”. Para ella, que había crecido en medio de privaciones, no cabían los privilegios. Se llevó a vivir a su madre a la Casa Blanca, dándole realce a lo que representaba en la formación de su personalidad.

Fue la mano derecha de Barack Obama tanto en sus campañas para ascender al poder como en el ejercicio presidencial. Caso sorprendente el de este liderazgo conjunto que, desafiando tempestades, fue capaz de modificar la arraigada tradición de un país despreciativo de los afroamericanos.

Desde la Casa Blanca puso énfasis en los peligros de la obesidad infantil, mal crónico en el país; fomentó el acceso a la comida sana y saludable y promovió la actividad física. En el palacio presidencial creó el jardín orgánico como un legado perdurable. Al retirarse, el índice de aprobación era del 68 %. De su libro autobiográfico Mi historia ha vendido más de 11 millones de copias, récord impresionante. Hoy es la mujer más popular de Estados Unidos y la más admirada del mundo.

Puede pensarse que con semejante imagen está llamada a ser figura determinante en noviembre, cuando se lleva a cabo la elección presidencial. Por lo pronto, ha anunciado su respaldo a Joe Biden, candidato de los demócratas y vicepresidente de su esposo durante ambos periodos. Otros desean que sea la ficha para la Vicepresidencia en la contienda actual, y muchos ponen los ojos, incluso republicanos insatisfechos, en su candidatura presidencial para el 2024.

En estos momentos, Michelle hace presencia pública debido a los ataques de Trump contra su esposo, que han buscado debilitar programas fundamentales del gobierno Obama. Pero manifiesta que no tiene intención de presentarse a un cargo público. Así lo dijo de manera rotunda en su libro. Pero la política es dinámica y como tal puede cambiar según los tiempos y las circunstancias. Las cartas están por jugarse.

escritor@gustavopaezescobar.com

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