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La incógnita venezolana

Arlene B. Tickner
26 de noviembre de 2008 - 12:41 a. m.

Los resultados de las elecciones locales y regionales en Venezuela desafían las interpretaciones simples sobre el triunfo del oficialismo o los partidos de la oposición.

Los únicos vencedores claros fueron los venezolanos, cuya participación en un 65% superó las cifras promedio de votación en el país, reflejando la convicción de que el voto constituye un elemento político y cívico efectivo. No obstante, la jornada confirma alteraciones en el mapa electoral de Venezuela y cambios en las percepciones de la opinión pública que valen la pena examinar.

Aunque el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se llevó 17 de los 22 estados que elegían gobernadores, la oposición ganó en Miranda y Zulia, cuya población equivale a casi un cuarto del total nacional, así como Táchira, Nueva Esparta y Carabobo. En su conjunto, se trata no sólo de las zonas más pobladas de Venezuela sino las de mayor peso económico, por su concentración del petróleo y el turismo. Ello, sumado a la derrota del candidato del PSUV en la Alcaldía Mayor de Caracas, indica una perdida significativa de influencia del chavismo en las zonas más desarrolladas y urbanas del país.

¿A qué se atribuye la creciente escisión del mapa político venezolano entre los sectores rurales y urbanos?

Entre las causas básicas están la crisis de seguridad pública y la incapacidad o falta de voluntad del Estado venezolano de proteger a la población. En la última encuesta de Latinobarómetro, realizada hace pocos meses, un 57% de los venezolanos —más que cualquier otro país de América Latina— afirmó que la delincuencia y la seguridad pública eran los problemas principales de Venezuela. Un 46% indicó que éstos —más que la inflación o la crisis económica— constituían su principal problema personal, sugiriendo que la percepción de inseguridad entre la población es muy alta.

Aunque Caracas es la ciudad más afectada por el estallido de la criminalidad, la tasa nacional de homicidios —que se ha duplicado o más desde que Chávez llegó a la Presidencia en 1998— y de secuestro extorsivo —que ha crecido en un 700% en el mismo período, siendo más alta que la de Colombia— hacen de Venezuela uno de los países más violentos del mundo. Sin lugar a dudas, la reticencia del gobierno de Chávez de reconocer la existencia de esta crítica situación y de tomar medidas para enfrentarla le ha costado votos.

Si a lo anterior le sumamos la crisis económica en ciernes del vecino país, la situación puede tornarse explosiva. Se estima que con cada reducción de US$10 por barril en el precio del petróleo, Venezuela, que depende de dicho producto en un 90% y que no ahorra, recibe US$5.000 millones menos. No hay que ser experto para saber que el gobierno se va a quedar sin recursos, lo cual puede generar retrocesos en la reducción de la pobreza y la desigualdad, que son la fuente básica de su apoyo popular.  Por ello, más que la oposición, la inseguridad ciudadana y el fin de la bonanza petrolera son las incógnitas que enfrenta Hugo Chávez hoy.

Arlene B. Tickner, Profesora Titular. Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes.

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