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La insensatez humana

Yolanda Ruiz
05 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

Será de pronto porque fui migrante una vez y llegué con mi hija muy pequeña al otro lado del mundo y sentí lo que no había sentido: que mi piel mestiza, mi nariz ancha y mis cabellos ondulados jugaban en mi contra. Será por eso, digo, que me cuesta entender por qué los seres humanos nos obstinamos en odiar y temer a los distintos o a los que vienen de otros lugares. Sentí la discriminación en carne propia. Por eso desde entonces entiendo la difícil condición del migrante y de quienes aun sin serlo viven en las orillas de las sociedades, discriminados, maltratados, segregados. En Colombia son los negros, los indígenas, los pobres, los desmovilizados o los venezolanos, que tienen prohibido caminar por algunos lugares porque aquí el espacio público es de quien puede poner una valla.

Estamos en pandemia y cuando nos encerraron tuve la ilusión de que este golpe de realidad nos iba a ayudar a entender que vamos juntos en el camino porque de una pandemia no se sale solo, la única manera es trabajar juntos porque es tu vecino el que te salva o el que te contagia. Sin embargo, no veo las luces del humanismo iluminando el mundo. Persistimos en el egoísmo, la xenofobia, la discriminación, el terrorismo, la desconfianza. Veo líderes perdidos y ciudadanos que siguen creyendo en el “sálvese quien pueda”, una de las máximas fundamentales de la insensatez humana. También hay gestos de solidaridad que nos engrandecen a todos, pero el pesimismo camina cuando las noticias hablan de terrorismo en el mundo, cuando no todos los muertos importan, cuando seguimos viendo el peligro en “el Otro”. Es más fácil poner en los demás la raíz de los males porque así tenemos a quien culpar y no nos toca ver por dentro los problemas de fondo que tenemos.

Han pasado más de 30 años desde un día que recuerdo con nitidez como si fuera hoy: salía con mi hija de dos años de un apartamento de 20 metros cuadrados ubicado en los suburbios de una gran ciudad europea a donde había llegado un par de semanas antes y encontré un gran cerro de basura en mi puerta. Como acababa de llegar no entendía muy bien qué pasaba. Cuando pude despejar el camino y salir a hacer las compras, a lado y lado de la calle jóvenes blancos con las cabezas rapadas nos gritaron mensajes que no entendía porque no hablaba el idioma pero que reflejaban odio y desprecio. Supe después que no era una zona de muchos migrantes y que nuestra llegada había alterado al vecindario, en donde tenían asiento grupos políticos extremos. Mi plan era estudiar y quedarme un par de años. Solo me quedé poco más de cinco meses y regresé a este país en donde no me siento extraña, aunque aquí otros padecen la discriminación y el miedo que allá sentí.

Este episodio se me ha venido a la memoria en los últimos días. Lo recuerdo cuando escucho los mensajes de odio contra los venezolanos, cuando usan el origen de un contradictor para insultar y lo “invitan” a irse. Lo recuerdo cuando informo sobre un profesor decapitado en Francia y una serie de atentados en Viena. Pienso en la atrocidad de esos hechos y en los que vienen porque la respuesta al odio extremista es más segregación que alimentará más odio en un círculo vicioso que no para: la insensatez humana. Pienso en lo fácil que es estigmatizar: tú eres delincuente porque eres colombiano, tú eres peligroso porque vienes de otro lugar, tú eres terrorista porque reclamas tus derechos en la calle, tú eres un peligro por el dios en el que crees o porque no crees. Tú no eres como yo, tú eres malo, tú no mereces estar, no mereces ser, no mereces existir. Como eres una amenaza, está bien si te matan, si te agreden, eres un buen muerto, un buen deportado. En algún momento, sueño yo, tenemos que dejar de etiquetar a los seres humanos para justificar la violencia contra ellos, contra nosotros. ¿Será que en algún momento la humanidad encuentra la sensatez?

 

JAVIER(64012)09 de noviembre de 2020 - 02:40 p. m.
Excelente columna.....y antes que una buena periodista , es excelente ser humano...que se contagien de Yolanda en todo RCN.
Felipe(94028)05 de noviembre de 2020 - 11:14 p. m.
65% de los presos que han ingresado en cárceles españolas en los últimos 10 años son extranjeros (mayoría son marroquíes, rumanos y ...colombianos). 40% de todos los presos en España son extranjeros, el porcentaje de extranjeros sobre la población total es del 14%. Son porcentajes muy similares al promedio de la zona Euro, salvo Hungría, que no admite inmigración. Lógico que muchos desconfíen.
Felipe(94028)05 de noviembre de 2020 - 10:56 p. m.
África ha duplicado su población en 30 años y volverá a hacerlo antes de 2040. 76% de africanos son musulmanes por lo que no planifican. Cada nigeriana tiene 5,6 hijos en promedio. La llegada masiva de musulmanes a Europa, en donde muchos se radicalizan en fanatismo terrorista, hace desconfiar en un colectivo musulmán que nunca se manifiesta contra asesinatos que el Corán bendice (Corán 5.33/34)
Eduardo(00883)05 de noviembre de 2020 - 07:56 p. m.
Como dijo erróneamente x supuesto el nefasto corrupto Nule, ...”la corrupción es innata en él ser humano”, ....q en el caso de la insensatez esa si es innata....
shirley(13697)05 de noviembre de 2020 - 06:30 p. m.
Odio:la enfermedad de los débiles mentales."Cuando pienso en el nazismo,racismo lo hago sin odio.Esos seres aceptan una idea aislada de la realidad.Se indignan ante el diferente,el distinto:Muerte a los parásitos,a los negros,a los judíos,a los árabes.Actúan para obedecer la orden impartida.Se dicen así mismos:Nuestro Jefe venerado es poderoso gracias a nuestra obediencia.Nos inclinamos ante él.."
  • shirley(13697)05 de noviembre de 2020 - 06:38 p. m.
    continúa:"..Para mí,no se trata de elegir entre castigar o perdonar,sino entre comprender para ganar un poco de libertad o someterse para experimentar la felicidad en LA ESCLAVITUD.Odiar es permanecer prisionero del pasado.Para superarlo,es preferible comprender que perdonar..".Boris Cyrulnik.Libro:Sálvate,la vida te espera. Léase:" Tú eres terrorista porque reclamas tus derechos en la calle".
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