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La izquierda del 21

Andrés Hoyos
15 de octubre de 2008 - 01:54 a. m.

CUANDO UNO EXAMINA LA MILITANcia del Polo, se lleva la desconsoladora impresión de que la vertiente dominante de la izquierda colombiana del 21 realmente pertenece al XIX. Sin embargo, ahora que los tiempos dylanianos están cambiando de nuevo, tal vez surja una izquierda mejor. Dios me oiga.

La historia suele contradecir a quienes vaticinan en su nombre, y el “hombre nuevo” del que hablaban los sanguinarios profetas armados del siglo XX en realidad lo construyó el capitalismo. Hablo de una persona como la que cualquiera puede ver a la salida de un McDonalds en Columbus, Ohio. Esta persona es de clase media, tiene un carro grandote, él mismo pesa 120 kilos, vive en un suburbio, su religión es el cristianismo protestante y su talante político lo lleva a preferir al Partido Republicano, así los líos recientes lo tengan viendo un chispero. Se trata, en efecto, de un hombre nuevo pues basa su vida en el consumo conspicuo, por ejemplo de comida basura, algo imposible para las grandes masas hace apenas 50 años. El régimen que lo engendra no es la economía de mercado, sino la economía del desperdicio.

Sin embargo, la economía del desperdicio no es sostenible. Y no lo es no sólo porque algunos recursos no renovables empiecen a escasear y a ponerse caros, sino porque el modelo parte de una profunda iniquidad según la cual un pequeño grupo de países tienen el derecho de consumir por los demás, debido a que marchan a la vanguardia tecnológica e imprimen las monedas de reserva. Los desequilibrios así creados son colosales y no resultan ajenos al despelote actual.

Ante la necesidad de reformar el modelo a fondo, surge, sin embargo, un problemita: si la mano invisible del mercado, a juzgar por el hombre nuevo que creó, asigna de manera absurda los recursos, el modelo que puede competirle no es el viejo socialismo decimonónico que encarnó más adelante en el monstruo estalinista. Cualquiera que haya probado el pan que producen las panaderías cubanas lo sabe.

Es aquí donde la inercia espiritual de la vieja izquierda se convierte en un obstáculo formidable. La visión heredada por ellos de los dos últimos siglos dice: viva el Estado, así nos mate y dilapide nuestro dinero. ¿Existe, por ejemplo, el derecho adquirido de impartir una educación pública costosa y mala? Los polistas defensores a ultranza de la vieja izquierda, sin decirlo en tantas palabras, creen que sí y aseguran que cuando se les piden resultados y el uso eficiente de los recursos públicos es porque está en proceso la “privatización” de la educación. La cosa, obviamente, es al contrario.

Sólo un iluso le pediría al Estado una agilidad parecida a la del empresario privado. Por eso, justamente, el Estado no debe ser dueño de las panaderías. Pero sí hay que diseñar mecanismos flexibles que otorguen agilidad a sus intervenciones y no lo lleven a dejar inamovibles por donde pasa.

No seré yo quien diseñe el modelo alternativo, tarea que está muy lejos de mis capacidades. Apenas sé que en él deben operar en simultánea los mercados, los sistemas mixtos y algunas vigorosas actividades exclusivamente estatales. Pero lo que permite armonía entre estos sistemas disímiles es la regulación, y no cualquier tipo de regulación, sino la versión oxímoron: la regulación inteligente y cambiante.

De todos modos, izquierdistas del mundo, es hora de dejar de lanzar papas bomba y de volver a pensar.

andreshoyos@elmalpensante.com

 

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