La justicia no se reduce a un dilema ético

Antieditorial
17 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Por Jaime Raúl Ardila Barrera*

En respuesta al editorial del 5 de febrero de 2020, titulado “Cuidado con la justicia por mano propia”.

Frente a los últimos acontecimientos, en los que ciudadanos han reaccionado por su propia cuenta para enfrentar situaciones delictivas en las que su vida e integridad han sido expuestas, se ha suscitado en el país una polémica alrededor del derecho a la legítima defensa y si ésta puede confundirse con el ejercicio de la justicia por mano propia. En este sentido la discusión está abierta. En este artículo no se plantea una solución basada en juicios de valor, en donde la ética se confunde con el criterio y el juicio moral fundamentado en la representación del objeto. Pero sí es importante señalar que alrededor de la noción de justicia en la sociedad colombiana y en diversas partes del mundo, los ciudadanos tienen una percepción negativa sobre su significado y sus implicaciones prácticas en la convivencia y cohesión de la sociedad. Es posible que esta percepción negativa esté relacionada con las expectativas falsas que genera un paradigma basado en el derecho punitivo, la desbordante acumulación de procesos en los despachos judiciales, el número de jueces asignados a los procesos, la corrupción en el sistema judicial, el colapso del sistema nacional penitenciario, que según los entes de control es insostenible, etc. Estos hechos facilitan una pérdida de confianza, tanto en las instituciones asociadas al sistema judicial como en los procesos de administración de justicia, que finalmente conducen a que los ciudadanos se vean forzados en situaciones límites a tratar de resolver por su propia cuenta lo que perciben que no resuelven ni garantizan las instituciones competentes.

Es urgente, entonces, redefinir y estructurar un sistema general alrededor de la justicia, que esté a la altura de los más elevados valores de la humanidad; que integre un modelo educativo en la formación de una nueva conciencia de la ciudadanía, de una ética articulada al proceso cultural por medio del cual la norma se transforma en comportamiento social, y finalmente a una acción conjunta y coherente del Estado y sus instituciones para generar políticas públicas de prevención del delito. Un referente fundamental de este ideal de sociedad y de aspiración de justicia lo encontramos en la tradición de la filosofía griega. Para el filósofo Platón, el hombre auténtico, el hombre bueno, es aquel que ha realizado todas las virtudes, aquel que ha sido elevado a la región suprema del Kosmos. En Platón encontramos el fundamento de la justicia en la realización plena del alma. En este sentido, la justicia no obedece al nomos, es decir, a los códigos sociales y políticos que reflejan el alma caída o no realizada. En Platón, la dimensión política y psicológica emerge del orden del alma, es decir, lo que concebimos como teoría del Estado debe asumirse como una pragmática del alma.

El alma capaz de cultivarse a sí misma, en virtudes y justicia, entiende cada acción como devenir del orden supremo, refleja lo mejor de sí misma al mundo, el Estado verdadero es constituido por el estado del alma.

* Exauditor general de la República, doctor en derecho internacional humanitario, magíster en filosofía del derecho.

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