Atalaya

La justicia por propia mano

Julián López de Mesa Samudio
06 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Publicada por primera vez en 1978, Abril quebrado es una de las novelas más celebradas del escritor albanés Ismail Kadaré. En ella narra los trágicos sucesos alrededor de la corta vida de Gjorg Berisha, un joven que debe matar a un miembro de un clan rival, los Kryeqyqe, para cobrar una venganza de sangre que comenzó entre las dos familias muchas generaciones atrás. La novela muestra cómo les es imposible a las dos familias salir del círculo infinito de las venganzas, pues a pesar de que Giorg cumple con su propósito, él mismo cae asesinado en el epílogo del relato –legalmente, según la ley ancestral del Kanun– a manos de uno de los miembros de la familia enemiga quien, a su vez, será sujeto de la misma venganza sin fin.

Hasta el día de hoy, en las agrestes y remotas tierras altas del norte de Albania rige uno de los códigos legales más antiguos del mundo: el Kanun. Instaurado por los príncipes albaneses desde el siglo XV, se cree que tiene sus raíces en los antiguos sistemas legales de las tribus indoeuropeas que ocuparon la zona hace varios milenios, aplicándose de forma consuetudinaria hasta finales del siglo XIX, cuando fue compilado y escrito. Frente a los homicidios se conserva el principio de una “cabeza por otra cabeza”: los afectados tienen el derecho y la obligación de cobrarse justicia directamente con alguno de los hombres de la familia del homicida. Cuando se presenta un homicidio empieza el círculo de gjakmarrja, la venganza de sangre, que atará de ahí en adelante a todos los hombres de las familias involucradas en un círculo infinito de justicia retributiva: el ojo por ojo en su máxima expresión. Muchos de los involucrados en procesos de venganzas de sangre del Kanun ni siquiera saben el porqué tienen que matar y morir. Han pasado ya tantas generaciones que la razón de la venganza se diluyó con los años, aunque la obligación de vengar continúe.

Traigo este asunto hoy a colación no solamente por el trágico suceso del fin de semana en Bogotá tras el cual un sector de nuestra sociedad celebró como un acto de justicia la muerte de tres atracadores a manos de un médico, sino también por la sed de venganza que envenena, carcome y obsesiona a dicho sector de la sociedad frente a otro a quien considera su enemigo.

Abril quebrado debería ser el espejo en el cual nos miramos quienes, desesperanzados por la falta de justicia, frustrados con la ineficacia de las instituciones y con la incompetencia e indiferencia de nuestros dirigentes, creemos que la venganza por propia mano es justicia y que dicha idea se concreta en el momento en el cual quien la ejecuta queda satisfecho. Como nos enseña la parábola de Kadaré, la violencia no termina con la venganza: tan sólo comienza.

Es natural reclamar justicia. Lo que no es normal es querer volver a sistemas de justicia primitivos y superados por ser ulteriormente nefastos para la sociedad. Sería bueno que quienes reclaman justicia por propia mano leyeran Abril quebrado para para que constaten con crudeza que la venganza no es sinónimo de justicia y que, antes bien, abre la puerta para que se generen más resentimientos, más inseguridad y más caos: un círculo vicioso de violencias en las nunca gana nadie.

@Los_Atalayas

Atalaya.espectador@gmail.com

 

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