La ley del embudo: el lado ancho para mí

Cecilia Orozco Tascón
16 de mayo de 2018 - 04:00 a. m.

Ocho camionetas blindadas, siete blancas y una negra que presidía el convoy, fueron rebasando calmada y majestuosamente un portón que daba acceso a unas instalaciones magníficas (ver). El sitio se conoce en Colombia como el Cantón Norte (ver), un complejo militar que ocupa los mejores terrenos verdes de Bogotá, anexos a los Cerros Orientales. Cual protagonista de La fiesta del Chivo, el personaje de la camioneta negra —que era (es) venerado por la mitad del país mientras era (es) despreciado y temido por la otra mitad— ingresó al lugar con la propiedad del general de mayor rango. Corría julio del año 2011 y su designado candidato presidencial de la época había sido enviado a prisión por orden de la Corte Suprema, acusado de malversación de dineros públicos y de celebración de contratos ilegales.

Bueno, prisión es un decir. Andrés Felipe Arias, conocido en su momento de mayor gloria con el mote de uribito por su parecido físico, emocional, mental y hasta verbal con su padrino, iba a ser recluido en la Picota en donde, de acuerdo con su nombre, deberían terminar todos los ajusticiados. Pero el suyo era (es) un caso especial. Su maestro intervino y la gente, subyugada por este, aplaudió al Impec cuando invalidó la orden de llevar al interno a una cárcel común pese a que los delitos de corrupción estatal que le imputaron tienen mayor castigo y, en cambio, se diera la de trasladarlo al exclusivo club militar de presos en que se convirtió el Cantón, por largas temporadas. Según la descripción periodística registrada, la habitación —que no celda— que alojaría al exministro de Agricultura en la Escuela de Caballería era “de tres metros por tres, paredes blancas, impecable piso de madera… vista hacia las montañas… (y tenía) una cama de 1,40 de ancho con tendidos blancos y verdes, dos mesas de noche, un escritorio de madera, baño privado, televisor… y podría inclusive tener computador, según dijo el director del Impec” (ver). Esto era poco para la dignidad del excandidato presidencial del uribismo y de otros presos de esa ala privilegiada de la sociedad colombiana que los hace merecedores de trato especialísimo. La narración continuó: “Antes de entrar a la habitación del exministro hay una sala con una mesa de madera y varias sillas de color negro que pueden ser usadas para recibir visitas y reuniones”.

Recuerdo hoy la historia de Arias porque el condenado general Jaime Humberto Uzcátegui, quien pagó su pena en el mismo Cantón Norte y quien, tal vez por haber sido militar, contó con iguales o mayores privilegios que el exministro, publicó un llamativo trino en estos días que demuestra la distorsión del sectarismo. Dice Uzcátegui: “Por un supuesto delito de omisión permanecí 5.047 días en un centro de reclusión… ¿Por qué el asesino y narcotraficante Santrich se encuentra en una sede del episcopado?”. Similares manifestaciones han volado en las redes sociales por parte de voceros del extremismo derechista y, asombrosamente, de un par de sacerdotes católicos cuya caridad cristiana deberían explicar ante quienes guardan las órdenes papales. La comparación entre los lujos de la Escuela de Cabellería y la sencillez de la casa religiosa en que está recluido hace unos días el exguerrillero no resiste el menor análisis (ver). Si bien es un hogar decoroso, la fundación Caminos de Libertad no alcanza, ni de lejos, el nivel socioeconómico de la sede militar, al norte de la capital. A mí que me expliquen los hipócritas que andan rasgando sus vestiduras por el sitio en que se recluyó al exdirigente de las Farc, el cual, por cierto, no ha sido ni juzgado ni condenado bajo las leyes colombianas, como sí lo fueron Arias y Uzcátegui por qué la comunidad debe aceptar que los reos del uribismo (Diego Palacios, Sabas Pretelt, Santiago Uribe, por mencionar solo unos cuantos) pueden estar en sedes militares y policiales de estrato 18 y los demás solo tengan derecho a una mazmorra.

Entre paréntesis. ¿Cómo es el cuento: que extraditemos a Santrich, pero que no extraditen a Andrés Felipe Arias? ¿Existe o no la extradición con Estados Unidos? La ley del embudo como norma.

 

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