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La lucha por TikTok y WeChat desde la perspectiva china

Santiago Villa
19 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

WeChat, la plataforma de mensajería que se usa más ampliamente en China, es mejor que WhatsApp o Messenger, que son los servicios más populares en occidente. Esto, en buena medida porque WeChat ofrece más servicios, como los traductores integrados y el sistema virtual de pagos, y sus grupos están mejor organizados. Pasar de WeChat a WhatsApp se siente como pasar de una televisión a color a una en blanco y negro. El problema: WeChat tiene censura.

Se veía venir el estallido. Cuando las aplicaciones chinas comenzaran a desplazar a las occidentales, o al menos competir en igualdad de condiciones, una mezcla de rivalidades geopolíticas y empresariales, proteccionismo, xenofobia, y preocupación por la protección de los datos, la privacidad y la libertad de expresión, llegaría a su estado de ebullición. El momento es ahora.

Un par de órdenes ejecutivas de Donald Trump han impuesto duras restricciones a TikTok y WeChat, y sus efectos han sacudido las redes sociales de China. Las órdenes de Trump, básicamente, prohíben que cualquier sujeto, persona o propiedad que esté bajo jurisdicción de los Estados Unidos, realice cualquier transacción con Bytedance o Tencent, las compañías dueñas de TikTok y WeChat, respectivamente.

Las órdenes no harán mucho para detener la oleada de popularidad de TikTok en el mundo entero, pero Zhang Yiming, el creador de TikTok y su versión china, Douyin, sufrió la multimillonaria frustración de no poder vender su compañía, Bytedance, a Microsoft. Al menos no mientras Trump esté en la Casa Blanca.

La preocupación por los datos y la seguridad de los usuarios en TikTok no solo me parece exagerada, sino incluso raya con la xenofobia.

No son xenófobas en la medida que sea una preocupación equivalente a la que hay con Facebook, Twitter, WhatsApp o YouTube, redes sociales que ya hacen parte de la vida cotidiana de casi cualquier persona en una sociedad occidental urbana. Si la persona está igual de preocupada con lo que hace Twitter o Facebook con su información, o lo que el algoritmo de Twitter o Facebook decide mostrarle, a lo que hace y le muestra TikTok, pues el problema es con la tecnología, no con el lugar de donde provenga esta tecnología.

Pero si la preocupación es que una aplicación china esté ahora en todos nuestros celulares, ahora sí estamos entrando al terreno de la xenofobia. Es infundada la sospecha de que la tecnología china es potencialmente una herramienta digna de un plan maestro, con el que Fu Manchu, el supervillano, va a conquistar el mundo.

La información de los usuarios de la plataforma por fuera de China no se guarda en China, por lo que es más complejo que el gobierno chino llegue a ella. En teoría incluso puede ser imposible. Cierto, en la práctica quizás pueda llegar a suceder, pero no es nada claro cómo se vea recompensado el esfuerzo legal y de intimidación, así como el costo a la credibilidad empresarial de China, con la información que puedan recoger de TikTok.

Entonces, ¿debiera preocuparnos que el gobierno de China, el día de mañana, decida ejercer toda su presión para reunir los videos de los usuarios en Colombia y vigilarlos, o para adoctrinarnos a favor del comunismo chino? No lo creo. Eso ya es entrar en los terrenos de Fu Manchu.

WeChat es un tema más complejo. Aunque como dije más atrás, la plataforma es en ciertos aspectos mejor que WhatsApp, el gobierno de China sí ha ejercido censura directa sobre ella. Los datos de los usuarios quedan guardados en China, y es una plataforma de mensajería privada que no es en realidad privada.

Durante mis años como periodista en China, percibí que mis comunicaciones por WeChat eran vigiladas y monitoreadas por el gobierno. Cualquier periodista registrado en la base de datos del Ministerio de Relaciones Exteriores sabía que era vigilado a través de WeChat. Esto generaba obvias dificultades prácticas para hablar con fuentes, y que la oficina de comunicaciones de un pueblo al que uno pensaba viajar a veces lo contactara a uno, para preguntar cuál era el tema del reportaje que se iba a hacer, en qué hotel tenía reservación y a quiénes iba a entrevistar.

Si se usa WeChat, entonces, hay que entender que no es una red plenamente privada. ¿Quiere esto decir que el gobierno de los Estados Unidos hizo bien al limitarla? No. En especial porque es el principal sistema de comunicación de la diáspora china que, con al menos 60 millones de personas, según algunos académicos, es la más numerosa del mundo y equivale a la población de Italia. Atacarla de frente supone un acto de enorme insensibilidad cultural.

China, sin embargo, es incluso más agresiva con las aplicaciones occidentales al bloquearlas. En las redes sociales chinas se han dado reacciones mixtas a los anuncios de bloqueos legales del gobierno estadounidense. Muchos usuarios de Weibo, un servicio chino similar a Twitter, además de hacer críticas nacionalistas, quejándose de que Estados Unidos está tratando de limitar a las empresas chinas, también han resaltado que el gobierno chino bloquea muchas aplicaciones occidentales, como Google, Facebook y el mismo Twitter.

Así que retomo el tema cultural para cerrar esta columna larga. No es la primera vez en que el mundo está dividido entre una potencia democrática y otra totalitaria, pero sí es la primera vez en que estas potencias están íntimamente relacionadas y son interdependientes. Debemos reconocer esto como una realidad y aceptar que la paz mundial depende, no de tratar de subvertir el sistema chino ni tratar de transformarlo en una democracia, sino aprender a convivir con él. Cada sistema tiene sus reglas internas y externas, y encontrar la forma de habitar espacios comunes es ya una responsabilidad de nuestra civilización globalizada.

Hay que hacer esto, claro, con los ojos abiertos y entendiendo, con información exenta de xenofobia o prejuicios, dónde estamos poniendo los límites y por qué. Las aplicaciones digitales son, probablemente, la vanguardia de esta discusión y la que afecta de manera más directa al ciudadano común y corriente del planeta.

Twitter: @santiagovillach

 

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