La mafia 2.0

Santiago Villa
12 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

Las calles a las afueras de Calima, Valle del Cauca, resumen el propósito del narcotráfico. Entre los ranchos y casuchas de tugurio se alza cada tanto un frontispicio de tres pisos y columnas de yeso al estilo griego, o neoclásico, o motel de lujo. Los ventanales verdosos y el jardín trasero, que a veces alcanza a medio distinguirse, quizás delata una piscina.

Los puentes hechizos sobre palafitos que conectan a las casas de madera, suspendidas sobre las aguas fétidas y la basura del barrio de Viento Libre, en Tumaco, sustentan también la pirámide de la mafia. El fundamento de toda organización son sus hormigas obreras, innumerables, reemplazables y desechables. Los vigilantes, los puntos, los mandaderos, los sicarios, los que con 500.000, 800.000, 1.000.000, cambian su vida y la de su familia.

Los barriales y pantanos en los que se convierten las carreteras de El Tarra, Norte de Santander, y los duros ángulos de sus desniveles, son la raíz metafórica de la base de coca. Esta incomunicación y fragmentación hacen inviables e ineficientes los cultivos que deben venderse por conductos regulares, legales. Por demás, el impulso de una globalización que genera competencia directa entre estos remotos ranchos y los productos de países con subsidios agrarios altos, regiones hiperconectadas a sus trenes y a sus puertos, inclinan la balanza hasta romperla.

Son desarticulaciones múltiples y variadas las que se extienden como una fractura geológica en lo profundo de Colombia. Pero todas son identificables. Están allí. Se pueden señalar y nombrar. No hay orígenes misteriosos para esta violencia.

El problema de la criminalidad no es un asunto que se resuelva con procesos de paz, con cultura ciudadana, con clases de ética ni con religión. Al menos no la sustancia. El desarme de los grupos será un primer paso para la normalización de la vida social, pero tiene una corta fecha de vencimiento.

Cada tantos años en Colombia nace la esperanza de que se acabó la horrible noche, y se acaba. En efecto, amanece. Pero en la película de vampiros que es la patria, luego cae el sol y anochece de nuevo. El motivo es obvio. Todos lo conocemos.

Llegan a su fin las guerrillas, los carteles y los paramilitares, y el siglo XXI nos trae delincuencia organizada en su más reciente manifestación. La mafia 2.0 es la evolución natural de la forma como se han estructurado las redes criminales, desde el campo hasta la ciudad: del interior hacia las costas y fronteras.

En todas estas etapas hay jóvenes con ambición, con el objetivo de vivir mejor y de ser alguien en la vida. Ganar reconocimiento. De estos objetivos que en otros ambientes serían sanos está hecho el camino hacia la criminalidad.

No es una salida necesariamente fácil. Hay que correr riesgos, pues la pecera no siempre da para todos. Entre más se sube más angosta se vuelve. A menudo hasta niveles insoportables. Pregúntenle a Otoniel. Pero eso no quiere decir que esté seca. En lo absoluto.

Twitter: @santiagovillach

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