La magia de un fiscal “ad hoc”

Yesid Reyes Alvarado
18 de diciembre de 2018 - 00:00 a. m.

La magia es fascinante porque consigue que la gente vea algo distinto a lo que ocurre en realidad; por eso los magos son maestros del engaño. Cuando Néstor Humberto Martínez pidió un fiscal ad hoc para el caso Odebrecht, cualquiera hubiera podido pensar que se designaría a alguien ajeno al ente investigador para asumir todas las actuaciones judiciales relacionadas con ese asunto; pero no fue así. En cambio, se nombró a una persona para que se ocupe de solo tres de las muchas que sobre ese tema existen; dos de ellas tienen que ver con principios de oportunidad, porque solo el fiscal general puede firmarlos; pero esas diligencias las ha adelantado y las seguirá adelantando un subordinado suyo; en eso no va a haber ningún cambio.

La tercera es la de Cecilia Álvarez y Gina Parody, quienes como exministras solo pueden ser investigadas por el fiscal general. Cuando a comienzos del 2017 Martínez hizo público su impedimento, el caso pasó a su vicefiscal, quien a su vez designó a un fiscal delegado ante la Corte para que se ocupara de él. Hace unas semanas la vicefiscal (sobre cuya honestidad no albergo ninguna duda) se declaró impedida y la Corte nombró un fiscal general ad hoc, pero para reemplazar a Martínez; no para sustituirla a ella quien fue la que manifestó el impedimento. Como en el popular juego callejero de dónde está la bolita; un funcionario lleva el proceso, otro se declara impedido y cambian a un tercero: ¿Dónde quedó el encargado del caso? Pero, además, esa investigación ya está archivada por orden del fiscal que la llevaba (que no era la vicefiscal que se declaró impedida, ni el general que ahora fue reemplazado); respecto de ella el fiscal ad hoc no tiene nada que hacer, salvo que surgiera una prueba nueva que lo pudiera llevar a revocar esa determinación.

Como si fuera un gran acto de prestidigitación, el público habrá creído ver a un fiscal general dejando en manos de uno ad hoc imparcial el manejo de todas las investigaciones que tienen que ver con Odebrecht (incluidas las de Luis Fernando Andrade y las relacionadas con la muerte de los señores Pizano), dando de esa manera ejemplo de independencia; pero la realidad será otra: se habrá apartado de una investigación que él no llevaba y que además está archivada hace varios meses, y va a entregar al fiscal ad hoc la decisión sobre dos cuestiones puntuales (solicitudes de principios de oportunidad) de investigaciones que llevan subordinados suyos y que después seguirán a cargo de estos.

Aún no se sabe si el fiscal ad hoc, quien no tiene formación en derecho penal, designará expertos en esa área para que le ayuden, ni está claro si tendrá el apoyo de técnicos e investigadores de la Fiscalía (subordinados de Martínez), ni quién le pagará su salario, ni dónde va a despachar, ni de qué presupuesto saldrán esos gastos; ya habrá tiempo de ocuparse de esos detalles; lo importante era conseguir que se lo designara para completar la ilusión. ¿Para qué sirvió entonces impulsar todo este entramado del fiscal ad hoc? Eso es algo que cualquier aprendiz de mago sabe: para distraer la atención de la gente mientras se consigue lo que realmente se quiere.

 

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