La mala fe de Rodrigo Lara

Óscar Sevillano
26 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.

Aunque Rodrigo Lara lo niegue y diga que como presidente de la Cámara de Representante está actuando con transparencia y responsabilidad, sus actitudes demuestran todo lo contrario, porque está visto que desde la  dignidad que hoy ocupa abusa de sus facultades y cada cosa que hace la ejecuta con un tanto de mala fe.

Puede Lara tener argumentos personales con respecto a los proyectos de Reforma Política y al de Justicia Especial para la Paz, así sea con argumentos poco inteligentes como hasta el momento lo ha hecho; el problema es que el presidente de la Cámara de Representantes parece no entender que su papel como árbitro es el de brindar garantías democráticas para que se permitan las discusiones y no el de servir de instrumento para que un partido político, en este caso Cambio Radical, se imponga por encima del resto de bancadas y así de paso le facilite el camino a su candidato presidencial, es decir, a Germán Vargas Lleras.

Me da la impresión de que Rodrigo Lara parece no entender tampoco el momento que vive el país, al que no se le puede someter al riesgo de verse una vez más en un conflicto con unas Farc rearmadas, esta vez por cuenta de las decisiones de unos órganos del Estado que no parecen tener voluntad alguna para cumplir con unos Acuerdos de Paz.

Es tanta la mala fe con la que ha actuado Rodrigo Lara como presidente de la Cámara de Representantes que hoy día los debates en plenaria que tienen que ver con la implementación legislativa de los Acuerdos de Paz  se han visto empantanados y corren el riesgo de hundirse por cuenta de la operación tortuga al que el parlamentario ha sometido las discusiones en las plenarias.  Me gustaría saber si ha pensado en las consecuencias que a futuro pueden tener este tipo de actuaciones.

Esa mala fe se deja ver una vez más en la última decisión que ha tomado Lara, me refiero a  prohibir el ingreso de los miembros de las Farc al recinto del Congreso de la República, más exactamente a los espacios de la Cámara de Representantes.

No creo que Lara se haya excedido en sus funciones, al fin de cuentas la ley le permite tomar este tipo de decisiones. El problema surge cuando se toman decisiones dictando una especie de sanción, como ocurre en este caso, teniendo en cuenta a una sola parte de los actores en disputa.

La idea de un proceso de paz con un actor político armado, como lo fueron las Farc, es la de brindarle garantías para que puedan participar en los espacios de discusión democrática, uno de estos  el Congreso de la República, y es por esto que se invita a los miembros de este grupo que se desmovilizaron a hacer parte de las diferentes discusiones que a través de audiencias públicas se han venido realizando, en donde no pueden faltar  los saboteadores de oficio, es decir los miembros del Centro Democrático que pretendiendo actuar como jueces de la moral, asisten con la idea de entorpecer estos espacios.

Si la idea de Rodrigo Lara es servir de árbitro para ponerle fin a estas polémicas vergonzosas que protagonizan los congresistas del Centro Democrático durante estas discusiones estableciendo una especie de sanción, debió no solo dictar el fallo a los miembros de las Farc, sino además sobre los integrantes del partido uribista, en esta caso a Edward Rodríguez, con el ánimo de enviarle el mensaje a esta bancada, que el Congreso de la República no es un circo, donde ellos sirven de payasos.

Sin embargo no fue así. Lara, como buen político que sirve a las órdenes y directrices de su jefe sin analizar si en lo personal le conviene o no tomar ciertas medidas,  no pensó un poquito  que con esto enviaba el mensaje a Colombia entera, de que este es un país con un Estado que poco le interesa cumplir con unos Acuerdos de Paz que indiscutiblemente han evitado centenares de muertes y hechos violentos sobre militares y civiles,  y que cualquier intento de acercamiento con los demás armados ilegales será letra muerta luego de que estos entreguen las armas.

Serán las mayorías de la Cámara de Representantes quienes en calidad de miembros de una plenaria le pongan límites a la mala fe de su presidente y le enseñen que él no está al frente de la corporación para amoldar las facultades que le otorga el cargo a los intereses propios y los de su partido, y que cualquier sanción que quiera imponer, debe hacerse con total imparcialidad sobre las partes en conflicto, y no únicamente sobre una de estas.

Cualquier ser inteligente en el momento de aplicar disciplina lo haría, no sé si este sea el caso de Rodrigo Lara. El tiempo lo dirá.

@sevillanojarami

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