La maldición de Rusia 2018

Julio César Londoño
30 de junio de 2018 - 07:45 a. m.

Este Mundial estuvo precedido por malos augurios. Los escándalos mafiosos de la FIFA; la sede en Rusia, un país con poca tradición futbolística, y la próxima sede, Qatar, con cero tradición. En lo futbolístico también hubo malos signos: la eliminación de Chile y las clasificaciones precarias de Perú, Argentina y Colombia, que pasaron con angustias en la zona suramericana. Italia, la tetracampeona del mundo, fue eliminada. Acepto que en los cuatro últimos mundiales su fútbol, defensivo y especulador, no ha sido el más vistoso, pero de todas maneras Italia ha sido siempre una animadora de primera fila de la Copa Mundo y su salida fue lamentada por muchos, no solo por las largas lágrimas de Buffon. Italia significa finales, drama, pergaminos, figuras.

Cuando el balón comenzó a rodar, siguieron los malos signos. Argentina no daba pie con bola (0-3 ante Croacia) y Messi, esa pulga inspirada que parece tener manos en los pies, tampoco. Sé que muchos odian a los argentinos por eso, por argentinos, pero no olvidemos que Argentina significa gambeta, coraje, que es una selección histórica, como Italia, y que es el equipo de Messi, una criatura más humana y querible que CR7, esa máquina formidable. Su clasificación es un milagro, otra prueba de que “la mano de Dios” sigue “torciendo” por Argentina.

Después vinieron los malos signos de Colombia. Empezó perdiendo en Kazán con Japón, un país que juega, y pierde, con China en pimpón. No solo perdimos, nos bailaron. Jugamos horrible. Si me pongo maturanesco, diré: lo malo no es perder, lo malo es perder jugando mal. Hay perdedores que salen ovacionados. Colombia salió humillada. Después vino la jornada épica: Colombia 3, Polonia 0. Qué marcador… ¡y qué fútbol! Desde el 5-0 no habíamos visto un espectáculo igual. Ganar es bueno, pero ganar jugando bien es tocar el cielo con los pies.

Y es trágico lo de Alemania. ¿Qué pasó? Está bien que pierda con México (¡0-1, ese enganche hacia adentro de Lozano!), pero ¿perder con Corea, un país que pierde con Singapur en judo? ¡Frente a Suecia, la salvó el golazo de Kroos en el minuto cuatro del descuento! Nadie entiende la debacle de los Panzer. Parece que sus nuevas figuras aún no dan la talla y sus “clásicos” ya la dieron en otros mundiales.

De la maldición 2018 no se ha escapado ni el mismísimo Brasil. Ahí lo vimos, recibiendo la mano de la “macumba” para marcar dos goles en el descuento y vencer a Costa Rica, ¡después de empatar con Suiza, notables por su relojería!

Conclusión 1: el fútbol se globalizó. Los “chicos” siguen dando sorpresas, como las que dieron Colombia y Costa Rica en 2014, porque tienen jugadores en ligas competitivas de América y Europa. En este Mundial, Serbia, Senegal, México, Nigeria y Croacia (¡nueve puntos!) demostraron que la tendencia se mantiene.

Conclusión 2: Colombia tiene talentos. Cuando están sintonizados, su juego de conjunto es potente. Su punto flaco es “el síndrome del minuto cinco”. Es un equipo muy frágil emocionalmente: si las cosas no le salen bien en los primeros cinco minutos, se vuelve un mar de nervios y le cuesta mucho recomponer la figura.

Nota. En la Universidad de Kazán, la sede de la selección Colombia, se produjeron dos de los más importantes descubrimientos teóricos de la era moderna. En 1827 Nicolás Lobachevsky concibió allí una geometría no euclidiana, un espacio hiperbólico cuyos triángulos tienen ángulos que suman más de 180 grados. Y en 1910 Nicolás Vasíliev pensó que había otros mundos más allá del “blanco o negro” de la cabeza de Aristóteles y descubrió los fascinantes grises de lógica borrosa. Los comentaristas deportivos, claro, no han querido abrumarnos con estos sucesos.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar