La masacre de Tumaco

Daniel Pacheco
10 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.

Hay algo distinto en cómo ha sido tramitada la masacre de campesinos cocaleros en Tumaco. El jueves, mientras la mayoría del país estaba con la camiseta amarilla de la Selección esperando el partido de eliminatorias, empezaron a salir los reportes en la prensa nacional. Que algo había pasado ya corría desde hace unas horas antes por chats y páginas de medios comunitarios, donde la información está desafortunadamente mediada por un evidente sesgo ideológico, pero desde donde se advertía que había pasado lo que ahora parece que sí pasó: que miembros de la Policía habían disparado contra campesinos que protestaban en contra de la campaña de erradicación forzada.

Esas versiones fueron opacadas en principio por un comunicado oficial de la Policía con el que desde Bogotá se empezaron a titular las noticias el jueves. “Alta tensión en Tumaco tras ataque que dejó ocho muertos por lío cocalero”, escribió El Tiempo, anotando debajo del titular que “la protesta social fue infiltrada por la disidencia de las Farc”. En la web de La FM la versión oficial ni siquiera fue matizada: “Tumaco: cuatro campesinos fueron asesinados por presuntos disidentes de las Farc”. Hasta aquí nada distinto. Esta historia la hemos visto antes.

Un lugar lejano, versiones encontradas, las comunidades acusan a la fuerza pública, los medios de izquierda deploran crimines de Estado, y los medios nacionales se acogen a la versión oficial ante la ausencia de fuentes en terreno y la costumbre de no buscarlas. Al final todo queda oscurecido en la bruma de la guerra lejana y la derrota de la Selección Colombia nos ayuda a olvidar una masacre más, en un paraje a donde solo los mismos que escribieron el comunicado inicial pueden llegar porque es zona roja, zona guerrillera.

La diferencia en esta ocasión es que esto último ya no es verdad. Y esto parece estar cambiando el trámite usual de masacres lejanas de actores indeterminados donde la fuerza pública es, según la gente que la vive allá, la responsable. La Defensoría del Pueblo llegó el sábado y dio una primera voz de alerta sobre el encubrimiento policial. No había cráteres de los “tatucos”, todas las versiones de la gente apuntaban a que había sido la Policía la que había disparado contra los campesinos, y aunque sí hay disidencias en Tumaco, ese día no estaban allá. El domingo la versión oficial quedó aún más debilitada, cuando los mismos policías que presuntamente cogieron a plomo a los campesinos recibieron con tiros al aire y granadas aturdidoras a verificadores la ONU, la OEA y la Gobernación de Nariño. Sin amenaza guerrillera para llevar a cabo el encubrimiento de la escena del crimen, ¿le tocó a la Policía montar su propia emboscada?

Ahora llegarán a Tumaco el vicepresidente y la vicefiscal. Llega tarde el Estado, pero llega y eso es nuevo. Y será doloroso, si se comprueba, ver a estos policías condenados por homicidios y juzgados por fuera de la JEP, y eso es nuevo. Y aunque no es nuevo que masacren a seis campesinos, ahora parece que ya no existe el mismo escenario de oscuridad que durante años fue garantía de impunidad para muertes como la de Aldemar Gil, Diego Escobar, Nelson Chacuendo, Janier Usperto Cortés, Jaimen Guanga y Alfonso Taicús, los masacrados de Tumaco.

 

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