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La moraleja amarilla

Andrés Hoyos
03 de junio de 2009 - 02:31 a. m.

DE LA RECIENTE CRISIS DEL POLO Democrático Alternativo se deriva algo que me gustaría llamar “La moraleja amarilla”.

En este divorcio, como en cualquier otro, abundan las recriminaciones. Todos los afectados hablan del daño causado por los egos, pero yo diría que la intransigencia es más consecuencia que causa del problema. A la gente se le olvida que el PDA surgió de la fusión de dos fuerzas, el Polo Democrático y Alternativa Democrática, que tenían desacuerdos, expresos e implícitos, sobre materias fundamentales. Lo único que no hicieron antes de darse los abrazos, tomarse las fotos y beberse la champaña fue sentarse a redactar un programa que dirimiera esos desacuerdos. Por ejemplo, hay miembros del Polo que desde un principio creen en la vigencia de la combinación de las formas de lucha. Si la lucha armada es legítima, una política de apaciguamiento y negociación se vuelve ineludible, pues mal podría un Estado democrático dedicarse a expugnar una protesta legítima.

En materia económica tampoco hubo discusión de fondo a la hora de la fusión en 2004. Desde entonces el asiduo senador Robledo —a los demás el tema parece darles pereza— ha venido consolidando su influencia en la formulación económica del Polo. Lo de Robledo es coherente, al tiempo que absurdo: él propone una suerte de nepalización de Colombia, consistente en cerrar el país, llenarlo de aranceles y, a lo sumo, firmar un tratado con Trinidad y Tobago. Robledo quiere volver a poner todas las palancas en las manos sobreprotectoras de papá gobierno. Su actitud me recuerda a la de la madre que no manda a su hijo al colegio porque allá le pegan. Sufre, el canoso senador, de un incurable complejo de inferioridad que nos quiere inocular a los demás.

El partido del logo amarillo también carece de una política coherente en materia de impuestos. Tiro por tiro se ha opuesto a ellos, apartándose así de la moderna izquierda internacional que establece con claridad que en tiempos normales un Estado sólo puede gastar más si aumenta la recaudación efectiva. La reforma agraria, una vieja obsesión de la izquierda que no sólo sigue sin resolverse en Colombia sino que se ha agravado hasta la catástrofe por los despojos paramilitares, no figura entre las prioridades del Polo. ¿Puede alguien que haya ejercido alguna forma de gobierno respaldar esta ensalada de ideas caprichosas? No creo. En síntesis, el Polo nunca tuvo un programa político aplicable y se ha limitado a llevarle la contraria al Gobierno.

Dudo mucho que de este divorcio del Polo se salve mayor cosa. Los que sí pueden sacarle provecho a la moraleja amarilla son los famosos quíntuples del centro político, con tal de que dejen la impaciencia. Lucho Garzón acaba de proponerles una salida simpática: el Kit, la Gran Convergencia, la Selección Colombia al Senado o como se llame. Se trata de una fórmula en extremo frívola que no parte de ningún acuerdo programático. Estamos ante la exaltación de la popularidad y de la mecánica política. El hombre, por lo visto, no aprende.

Ya sé que es mucho pedir que de buenas a primeras los quíntuples funden un partido hecho y derecho. No obstante, se estarían condenando a la catástrofe futura si no discuten primero y firman luego un acuerdo programático que fije una posición sobre los problemas cruciales del país creando así, por ejemplo, la agenda legislativa de la tal Selección Colombia al Senado. Lo demás es calentura.

 

andréshoyos@elmalpensante.com

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