El expresidente Donald Trump demostró cómo la política y la realidad pueden habitar mundos distintos. Los discursos y los hechos no necesitan puntos de contacto para conseguir nuevos votantes y hacer más fieles a los antiguos. El estilo Trump logró que su personalidad levantara un muro —ese sí se pudo alzar— para impedir la posibilidad de un debate medianamente informado y alentar la adhesión a un estilo y una colección de prejuicios: hizo más importante defender ciertos modos de desprecio que señalar políticas económicas, más clave exhibir gustos de consumo que respetar mínimas costumbres democráticas, más emocionante el nacionalismo ramplón que el liderazgo científico.
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Rabo de ají
La muerte de la verdad
10 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.