La nación inmóvil

Cristo García Tapia
20 de junio de 2019 - 05:30 a. m.

Si es que alguno ha tenido ocurrencia en la sociedad colombiana contemporánea, tiempo ha que nuestra historia no registra sacudimientos de magnitud superior en su discurrir; en esa totalidad viva, en permanente ebullición, incluyente y diversa que viene a ser, que debería ser, la nación.

De saltos cualitativos que a la sociedad impone la modernidad, el desarrollo social, la economía, la política y la cultura; la identidad, cuya más real, objetiva representación viene a constituirla el ser; a expresarla el individuo como conjunto totalizante, incluyente, universal, de aquellas particularidades.

De eso, precisamente, está urgida Colombia: de un sacudimiento que de en producir los cambios, transformaciones, inclusiones y advenimientos que, en permaneciendo en estado latente, imponen lo actual y vigente a la sociedad en la cual deben tener ocurrencia su alumbramiento y génesis. De cuanto a la historia le ha llevado tiempo concebir, madurar y es preciso dar a luz.

Y ese parto en la sociedad colombiana en su conjunto, tiene que empezar por la política como el más alto hacer y sentir, y por lo político como el más refinado ejercicio de convenir el bienestar de la sociedad, de lo colectivo, como fin supremo del ser social en el que deviene el individuo en las sociedades democráticas, pluralistas e incluyentes.

No es conteniendo la rueda de la historia, de las ideas, del poder y las instituciones; del progreso y desarrollo en su más elevada cota; anteponiendo razones de partido y de poder subordinantes en esta sociedad conservadora que somos, inmóvil en lo político y social, en sus instituciones; deudora de la modernidad en todo cuanto esta tiene de transformadora y revolucionaria, como vamos a convenir la convivencia y ese recién alcanzado clima de unidad nacional que es la convivencia pacífica, extrañada por más de medio siglo de la faz de la nación como derecho natural.

Y menos constriñendo y supeditando la paz, razón política superior y su logro necesidad de Estado porque convoca el país nacional en todos sus matices, a las sectas, movimientos, partidos, liderazgos y centros de poder más reaccionarios que registre nuestra historia, cuyo horizonte inmóvil de política y nación apenas si alcanza y confunde con el de sus tradiciones, usos y costumbres.

“Revocar las Cortes”, “derogar la JEP”, “extraditar a Santrich”, “marcha uribista contra las cortes”, entre otras prescripciones de un breviario apócrifo, no es la medicina para una “crisis institucional” que no existe; que se han inventado los usufructuarios y promotores ideológicos del Estado de opinión para sustentar sus falacias populistas, cobrar venganzas, en el caso de las cortes por su oposición a las hegemonías sobrevinientes de “un articulito”, y para gobernar bajo la sacrosanta enseña de la exclusión política y social, la guerra y una economía y aparato productivo precarios.

Sacudir, hacer temblar, producir el sismo, y el cisma, que propicie el realinderamiento de las placas de la política y lo político; de nuevas e incluyentes visiones de democracia, poder y partidos políticos modernizantes; de sociedad, nación, economía, Estado y gobiernos, es imperativo que debemos los colombianos procurar, y provocar sin los temores que siempre nos han infundido cuando de tomar decisiones y arriesgar en esa dirección, enderezar el rumbo, hemos creído convenientes, necesarias y benéficas para la nación.

* Poeta.

@CristoGarciaTap

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