En “Dictadores de papel”, una reciente columna de El Tiempo, Paola Ochoa abordó algunas de las discusiones que se están dando a nivel mundial sobre la objetividad en el periodismo. El texto sugiere que, como lo dice el subtítulo, “la objetividad está mandada a recoger”. Su argumento se inscribe en un debate renovado sobre las prácticas periodísticas. No son pocas las sospechas de que las clásicas rutinas de producción pueden estar, con o sin intención, ayudando a incendiar retóricas que atentan contra los valores democráticos o incluso contra los derechos humanos. La denuncia es que los periodistas, en su afán de ser “neutrales”, caen a veces en la falsa idea de protegerse con “los dos puntos de vista”.
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