La ONU y la “soberanía nacional”

Santiago Villa
05 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Dos de los rasgos más frustrantes de las posiciones de la ultraderecha colombiana —es decir, del Centro Democrático— son su inconsistencia lógica y su hipocresía. No siguen la secuencia de la argumentación, sino la repetición de consignas y hashtags que fabrican en sus bodeguitas de desinformación.

Los seguidores de Uribe, en su mayor parte, son ignorantes de las contradicciones en las que cae su dogma. No reflexionan ni razonan en torno a ellas. Se dejan manipular porque su ideología descansa sobre un único pedestal: el odio a las Farc, al Eln, a Nicolás Maduro, a Gustavo Petro, a Juan Manuel Santos, a los estudiantes de las universidades públicas, a los indígenas y a cualquier cosa que huela para ellos a izquierda.

El más reciente espectáculo de hipocresía ha sido arremeter contra el trabajo de las oficinas de Naciones Unidas en Colombia. En particular, la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh) y la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (Onudc).

La crítica al trabajo de la Oacnudh saltó por el más reciente informe sobre derechos humanos, en el que la ONU recomendaba una profunda revisión al Esmad y la incorporación de la Policía al Ministerio del Interior y no al de Defensa, entre otras observaciones sobre la grave situación de derechos humanos que padece Colombia.

En su más reciente columna para este diario, Rodrigo Uprimny señaló una de las hipocresías: que acusara a la ONU de injerencia en asuntos internos, pero a la vez le pidiera que se manifestara a favor de una segunda instancia para Andrés Felipe Arias.

Otra hipocresía es su manejo de los convenios internacionales. El Gobierno colombiano hace un reclamo airado y dice que unas observaciones y recomendaciones que no tienen ningún efecto práctico son una violación a la soberanía nacional. En cambio, se toma muy en serio las observaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que sí podrían llegar a tener un efecto práctico: la OMC puede sugerir que se le impongan sanciones comerciales a Colombia si no sigue sus fallos y recomendaciones.

La Comisión Europea, por ejemplo, inició en octubre del 2019 un procedimiento de resolución de disputas, por los derechos de aduana que Colombia impuso a las papas fritas congeladas que vienen de Bélgica, Holanda y Alemania.

¿Por qué el presidente Iván Duque no se ha quejado por la interferencia de la OMC en la soberanía que tiene Colombia de imponer aranceles a los productos que importamos? Porque al hacer este arbitraje, la OMC no está violando la soberanía nacional, de la misma forma que la ONU no está violando la soberanía de Colombia cuando hace recomendaciones.

Colombia, como todos los países del mundo que tienen relaciones internacionales, suscribe acuerdos para acogerse a normativas internacionales o estándares que comparten un conjunto de países. Las reglas comerciales y los derechos humanos hacen parte de estos estándares.

Interpreto que hay dos motivos principales por los que el Gobierno ha rechazado el informe de la Oacnudh: quiere darles contentillo a los militares y la policía, y desprecia a Michelle Bachelet, la alta consejera de esta oficina, porque es “de izquierda”.

La cancelación del convenio con la Onudc para la sustitución de cultivos y los programas de apoyo a las 100.000 familias campesinas que se comprometen a no sembrar coca sucede por otro motivo.

La orden de Estados Unidos de reanudar la fumigación con glifosato, que a Duque no le parece injerencia en asuntos internos, puede ser el motivo para cancelar los programas de sustitución de cultivos. Esto le permite al Estado fumigar en más zonas y, por lo tanto, comprar más glifosato. Como dije en mi columna pasada, la fumigación de cultivos ilícitos es una fachada para hacer negocios con los pesticidas y demás equipos logísticos y personal necesarios para poner en marcha una política que, a pesar de implementarse desde hace casi 40 años, no acabó ni acabará con los cultivos de coca. La fumigación no es una estrategia antidrogas, sino una transacción comercial.

Algunos medios de comunicación siguen jugando con la idea de que Iván Duque es un moderado dentro de un partido extremo, pero aún no se ha visto el rostro moderado de Duque. El actual presidente es más extremo en sus posiciones de lo que fue el mismo Álvaro Uribe, que al menos buscó acercamientos con las Farc, el Eln y Hugo Chávez. Quizás ese extremismo político no es una convicción personal de Iván Duque, sino el resultado práctico de su cualidad esencial: el oportunismo.

Twitter: @santiagovillach

 

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