La pandemia agravará las brechas en la educación

Julián de Zubiría Samper
24 de mayo de 2020 - 10:13 p. m.

Uno de los fines más importantes de la educación es garantizar que las personas alcancen sus propósitos de vida, no por la cuna en la que nacieron sino por el esfuerzo, la dedicación y el compromiso, que desarrollaron. Esta posibilidad, se conoce técnicamente con el nombre de “movilidad social”. Se trata de la estrategia para romper la trampa de la pobreza y evitar que los hijos de las familias pobres tengan un nivel de vida similar al que tuvieron sus padres. La educación tiene la llave maestra para que esto ocurra. A nivel individual lo vemos en aquellas bellas ocasiones, cuando el hijo de una familia humilde llega más lejos que sus padres, gracias a la buena educación que recibió. 

En una sociedad se requieren dos condiciones para lograr movilidad social: educación pública robusta y de calidad, de manera que se eleven las oportunidades para los menos favorecidos. En Colombia no se cumple con ninguna de ellas. La educación pública es débil y muchos gobernantes no pierden oportunidad para quitarle recursos y denigrar de ella. Si la educación pública es débil y la calidad es baja, entonces, los hijos de los menos favorecidos están condenados, como sus padres, a la pobreza. 

Según las pruebas mundiales PISA, los resultados que obtuvieron nuestros estudiantes de 15 años en lectura, fueron tan malos en 2018 como lo habían sido en 2009; es decir que, la calidad de la educación no avanzó en la última década. Pero lo más grave:  las brechas educativas fueron significativamente mayores en 2018 que en 2006. La distancia entre los colegios oficiales rurales y los privados era, en 2006, de 56 puntos en lectura, al tiempo que, en 2018, alcanzó los 96 puntos. Colombia está en promedio tres años atrás del nivel alcanzado por los países de la OCDE y, así mismo, los colegios oficiales rurales están tres años atrás de los logros alcanzados por los colegios privados. En términos coloquiales, pero dramáticos, esto quiere decir que los estudiantes rurales, aunque tengan quince años y, nominalmente, estén cursando noveno, leen como si estuvieran en el grado tercero.  

Algunos políticos han responsabilizado a los docentes por los bajos resultados en la educación oficial. Es una acusación profundamente injusta, ya que los profesores no son quienes determinan el currículo o los sistemas de selección, formación y ascenso de los docentes. Tampoco ellos deciden las inversiones, la formación en las Normales y facultades de educación, los énfasis por niveles educativos, el liderazgo pedagógico, la cohesión de la comunidad educativa, la conectividad, las escuelas de padres, la estructura de las instituciones o los procesos de formación in situ, entre otros. Alguna responsabilidad les cabe a los docentes, pero la responsabilidad principal, por mucho, está en la clase política que no ha tomado las medidas necesarias para mejorar la calidad en la educación.

La conclusión evidente es que los políticos que responsabilizan a los docentes, lo que en realidad están haciendo es evadiendo su enorme responsabilidad por la muy baja calidad de la educación que reciben los estudiantes en Colombia. 

Es muy clara la explicación del director de educación de la OCDE, cuando, refiriéndose a la baja calidad de la educación en Colombia señala: “Cuando veo los resultados de PISA, una de las razones por las que Colombia y sus estudiantes están teniendo dificultades es porque el sistema educativo ha privilegiado una educación de “reproducción de contenido”. Es más importante que te enseñen a pensar como un matemático a que te enseñen las ecuaciones de memoria”. Agrega: "el sistema está muy fragmentado, muy atomizado y muy localizado para tener la calidad suficiente". Para superar estos problemas se requieren cambios en los currículos, en los procesos de formación de los docentes, en la articulación del sistema y en la política pública en educación. Nada de eso, tampoco, lo deciden los profesores. Es una lástima que no tengamos más en cuenta una recomendación tan importante como la de Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE.

El pronóstico es que la calidad de la educación pública seguirá cayendo en los próximos años y que las brechas continuarán acentuándose. Esto es fácil de prever, ya que, durante la cuarentena la educación oficial no pudo pasar a la virtualidad, porque dos de cada tres estudiantes no tenían conectividad. Así mismo, el MEN no convocó a las secretarías de educación, ni a los rectores, ni a los profesores especializados de las áreas y los ciclos, para que organizaran una buena programación en la televisión educativa. El resultado no pudo ser peor: a pesar de que no fue posible la virtualidad, tan solo el 3% de los estudiantes están viendo la programación de televisión educativa dispuesta por el MEN durante la cuarentena. Los docentes se han esforzado al máximo, pero las condiciones adversas impiden que puedan hacer bien su trabajo.

Mientras eso pasa en la educación oficial, en la educación privada que cubre los estratos altos, el traslado a la virtualidad se hizo en condiciones bastante favorables. La educación se adaptó al cambio de contexto de manera ágil y muy rápida. La conectividad es muy buena, los padres acompañan a sus hijos, los profesores aumentaron sus jornadas y repensaron los procesos, al tiempo que los colegios les brindaron la formación y conectividad necesarias. Nada de eso, hizo el MEN.

Si seguimos un enfoque tan poco participativo como el que ha adoptado hasta el momento el MEN, no hay duda: las brechas entre la educación rural y la urbana, así como entre la privada y la pública, se seguirán aumentando.

De esta manera se promueve la inmovilidad social, se fortalece la inequidad y la educación deja de cumplir una de sus funciones esenciales. La OCDE estima que en Colombia se necesitan once generaciones para mejorar las condiciones socioeconómicas de una familia. Es un mensaje muy desalentador para los jóvenes. Me temo que, con el manejo que se está dando a la pandemia, a mediano plazo podría ser todavía más grave la situación.

Sin embargo, todavía estamos a tiempo de corregir. Podemos garantizar excelente televisión educativa, si la eligen profesores y expertos de las diversas áreas y ciclos. También podemos mejorar la calidad de la educación brindada si trabajamos todos en equipo y dedicamos más tiempo a la formación de los docentes, a repensar el currículo y a transformar pedagógicamente los colegios, como ya lo están haciendo algunas secretarías de educación. Ahora, el ministerio, tiene la palabra.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

 

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