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La paz, los saberes y el buen vivir IV

Julio Carrizosa Umaña
31 de agosto de 2015 - 07:38 p. m.

¿Existe un saber colombiano? ¿Tenemos un imaginario común de este socioecosistema que llamamos Colombia?

¿Existe un saber colombiano? ¿Tenemos un imaginario común de este socioecosistema que llamamos Colombia?

Apostemos a que sí existe un saber colombiano que puede conducirnos a la paz y al buen vivir. Hay indicios de que existe, son indicios fundamentados en la persistencia de la nación a pesar de todos sus horrores.

En estos cincuenta años el país no se dividió ni la guerra tomó nunca las dimensiones que asolaron a otras regiones, no emergieron cinco países diferentes como pasó en Yugoslavia y afortunadamente no tuvimos las grandes batallas en las que mueren miles como sucedió en EE.UU. En la experiencia de todos los que conocimos el país en paz está presente la permanencia durante estos años terribles de una mayoría de buenos colombianos que han logrado refugiarse en la bondad para afrontar la diversidad y la complejidad del país.

Hoy la encíclica del papa Francisco valora esa bondad presente en la humanidad como la estrategia fundamental para proteger el planeta y hacer posible nuestra supervivencia, su concepto de “ecología integral” insiste en que la visión integral y compleja de la realidad es la clave principal para encontrar ese camino.

En el caso colombiano, diverso y complejo en extremo, esa concepción de la realidad como una ecología integral es una buena herramienta para diluir la importancia de las ideologías que nos han conducido al conflicto armado. El saber colombiano, el que nos une en medio de las desgracias, el que ha permitido que subsistamos como nación se ha generado como uno de los productos de esa ecología integral y específica, emerge periódicamente, como último recurso, desde la cotidianidad de campos y ciudades, se nutre de la belleza y la utilidad de la megabiodiversidad, compensa en la diversidad de los paisajes, las regiones y los municipios las desgracias que amenazan la patria.

En la realidad, sin que nos demos mucha cuenta, es un dialogo de saberes alrededor de la posibilidad de la bondad común, de la bondad nacional, lo que ha permitido la sostenibilidad de Colombia. En ese dialogo los saberes étnicos, incluido el saber étnico de raíces europeas se unen a los saberes que se generan en la cotidianidad, en el vivir diario y también se unen a los saberes de raíces científicas para gestar el saber colombiano, aquel que nos permite imaginar una nación en paz y en donde se pueda vivir bien. Es ese saber, el del ser, del crear y el del hacer, el que nos puede guiar en la situación actual.

 

 

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