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La píldora y el acné

Mauricio Rubio
31 de octubre de 2012 - 09:38 p. m.

María tenía quince años cuando nos contó que la mayoría de sus compañeras de colegio en una pequeña ciudad francesa, muchas de ellas vírgenes, tomaban regularmente la pepa. Ante nuestra sorpresa y escepticismo aclaró sonriendo: “es para el acné”.

Una de las causas del acné es el desequilibrio hormonal que, con la adolescencia, hace aumentar la producción de sebo. La piel se torna grasa, se bloquean los poros y salen granos en la cara. Mujeres adultas también sufren de acné hormonal durante la menstruación. Hace varios años que la medicina europea saca partido del hecho de que la píldora anticonceptiva, regulando las hormonas, disminuye el problema.

El Grupo Colombiano de Estudio en Acné estima que antes de los 21 años más del 80% de la población ha sufrido esta afección. Dentro de las recomendaciones para su tratamiento no se menciona la pepa.

Una revisión reciente de estudios sobre el efecto de los anticonceptivos en la piel —que cubría ensayos con más de 12.000 mujeres— concluyó que cualquiera de las píldoras disponibles disminuye el acné. La eficacia relativa de las pepas frente a los antibióticos u otros tratamientos aún no se conoce.

Desde los ochenta se sabe que las grandes diferencias en las tasas de embarazo adolescente entre países desarrollados no se explican por discrepancias en la actividad sexual. Además, que el uso de contraceptivos, en particular de la píldora, entre adolescentes es más bajo en EE.UU., líder del embarazo precoz en el primer mundo.

Las adolescentes francesas se destacan con tasas relativamente altas de utilización de anticonceptivos en su primera relación. Esta diferencia es especialmente marcada para la píldora. Un 15% de las mujeres sexualmente activas en Francia reporta haber recurrido a la pepa al iniciarse sexualmente. En EE.UU. la proporción es casi la mitad. La mayor preferencia europea por métodos farmacológicos persiste en la vida adulta.

No se sabe hasta qué punto la aceptación de la píldora entre las francesas proviene de su uso temprano como remedio para la piel. En el otro extremo, intriga la baja popularidad de los métodos hormonales entre las gringas. Lo que resulta claro es que las decisiones contraceptivas de las primeras —con frecuencia, pepa más condón— son mucho más eficaces (siete nacimientos por cada 1.000 jóvenes) que las adoptadas por las adolescentes norteamericanas (54) y las demás anglosajonas (26).

Como sistema de incentivos para prevenir el embarazo juvenil, difícil imaginar algo más astuto que la costumbre francesa de regular el flujo de hormonas con fines dermatológicos. Evitar barros y espinillas es una poderosa razón para adquirir un hábito que actúa como anticonceptivo subliminal y estabilizador de ganas. Además de su eficacia, la pepa no ejerce ninguna presión sobre la decisión de cuándo darlo por primera vez.

 

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