La prepotencia

Columnista invitado EE
10 de junio de 2017 - 03:00 p. m.

 

Nada obligaba a James Cameron a convocar a un referendo para que los habitantes del Reino Unido decidieran si su país se retiraba de la Unión Europea. Nada obligaba al presidente Juan Manuel Santos a llamar a un referendo, en este caso, para que los colombianos avalaran o rechazaran el acuerdo de paz con las Farc. Y, de esa misma forma, nada obligaba a la primera ministra Theresa May a adelantar las elecciones en el Reino Unido. Nadie los obligaba. Pero se dejaron llevar por la prepotencia. Y todos perdieron.

Cameron tuvo que dejar su cargo tras la victoria del Brexit. Santos, aunque ganó el Nobel de la Paz, dejó el proceso con las Farc herido de muerte. Y May, aunque fue reelegida, perdió 12 escaños, dejando fortalecida a la oposición. Lo dijo el exfutbolista inglés Gary Lineker: “Creo que Theresa May se ha ganado el título al autogol del año”. Y esto a menos de dos semanas de que se inicien las negociaciones entre el RU y la UE.

Es poco probable que May renuncie, como lo piden los laboristas, envalentonados tras los resultados. Pero la va a tener muy complicada de cara a las negociaciones con la UE. Sin mencionar que, por esa misma prepotencia, no ha hecho sino amenazar a la UE. Muy malos antecedentes de cara al encuentro.

Y todo esto, al final, no deja sino lecciones (que uno creyera ya aprendidas). La principal: que la soberbia no es buena consejera. Y, sumado a esto, que los votantes no son borregos sino ciudadanos con un criterio (acertado o desacertado) y unas expectativas que deben ser cumplidas o que de lo contrario va a haber un castigo. Eso no lo entendieron ni Cameron, en el Reino Unido; ni Clinton, en Estados Unidos; ni Santos, en Colombia.

Quien sí lo entendió, por ejemplo, fue el laborista Jeremy Corbyn. Cuando se pensaba que Corbyn estaba derrotado, se puso manos a la obra y obtuvo 29 nuevos escaños para su partido, con un total de 261. Es cierto: obtuvo 57 menos que el Partido Conservador. Pero para un hombre que estuvo a punto de que lo echaran de su propio partido, el resultado es, por lo menos, esperanzador. Corbyn lo obtuvo apelando a las bases, escuchando a la gente, siendo sincero. Puede darse por bien servido aunque no haya obtenido la victoria.

El Reino Unido, de nuevo, sirve de ejemplo para el mundo. Como lo hizo cuando el Brexit se impuso, dando origen a una seguidilla de eventos, en ese momento, inesperados (para algunos sectores de la sociedad): el triunfo de Donald Trump o la victoria del No en Colombia. La enseñanza, ahora, es no dejarse guiar por la prepotencia. Y no creer en victorias antes de tiempo.

Es un mensaje a tener en cuenta. Por ejemplo: para las elecciones presidenciales de 2018. En Colombia hay algunos que, como Theresa May, creen que ya ganaron porque las encuestadoras colombianas, que no son tan buenas como las del Reino Unido, los dan como favoritos. Es mejor ser, en ese caso, como Corbyn, quien, aunque derrotado, ha entendido lo que se debe hacer. Pero en Colombia no somos buenos aprendiendo de las experiencias ajenas y es probable que, pese a todo, el prepotente al que todas las encuestas dan como ganador quede de presidente.

Juan Sebastián Jiménez Herrera

 

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