La protesta de la minga

Felipe Zuleta Lleras
31 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Continúa el paro de la minga en el Cauca, cuyas peticiones, sin lugar a dudas, son inaceptables por parte del gobierno del presidente Duque. Por primera vez en la historia se han destinado en el Plan de Desarrollo $10 billones para los diferentes grupos étnicos, entre ellos los indígenas. Sin embargo, estos quieren $4,8 billones de ese monto, es decir, quedarse con casi el 50 % de lo presupuestado. Aspiran a 49.000 hectáreas más, sumadas a las 286.000 que ya tienen. Uno de los representantes de la minga ha dicho que sus peticiones son legítimas, aun cuando reconoció que, entre otros cultivos, sí siembran coca, “por ser una hoja sagrada”.

Este tema con los indígenas, me temo, está alimentado en parte por el tema del narcotráfico y la maldita producción de cocaína. Entiendo que los reclamos y exigencias son justos, pero su torpeza para exigir hará que tarde o temprano pierdan la solidaridad del pueblo colombiano.

Es la hora de que el Gobierno, como lo ha anunciado el presidente, se plante y no se mueva hasta que no se dejen los bloqueos y la violencia. El derecho de los indígenas llega hasta donde no afecte a miles de colombianos que se han visto perjudicados por los bloqueos; eso sin contar las multimillonarias pérdidas para los avicultores, ganaderos, agricultores, transportadores, etcétera.

El Gobierno ha estado presente en el Cauca: la ministra del Interior, el consejero de Paz, la directora de Planeación, pero eso no parece ser suficiente. Si los indígenas no entienden que con las vías de hecho no lograrán nada, esto, me temo, va a acabar mal. No puede ser que por unos pocos nos afectemos millones de colombianos.

La democracia tiene límites y la autoridad, decía mi profesor de derecho constitucional inmolado en el Palacio de Justicia, Manuel Gaona, “es la violencia ejercida en nombre de la norma”. Entiendo y me gusta el talante liberal del presidente Duque, pero hay momentos en los que los jefes de Estado se tienen que apretar los pantalones. ¡Y estamos ante una situación que lo requiere!

No tengo dudas de que Colombia tiene una deuda histórica y ancestral con los indígenas del país. Pero no podemos dejar de lado a los demás colombianos con los que el Estado tiene deudas. Los pobres, los campesinos, los educadores, los niños, los mayores…

No podemos seguir por el camino en que cada uno de nosotros hace lo que le da la gana. Debe prevalecer, así suene duro, el imperio de la ley. No hay otra manera posible en la que las personas acuerden sobre sus desacuerdos que el derecho. Eso, al menos, si se trata de una sociedad civilizada.

Debo decir, duélale al que le duela, que es lamentable que el oportunista de Gustavo Petro esté tratando de apropiarse de esta legítima protesta. No me sorprende, pues ese es su talante para radicalizar más al país, porque Petro, realmente, nunca se desmovilizó. Experto y Gustavo Petro para pescar en río revuelto.

Notícula. Esta columna no aparecerá la semana entrante.

 

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