La revolución no será televisada, pero la protesta puede ser sampleada. Se la puede deferir en el tiempo y el espacio, recortar y reiniciar otra vez como el DJ que usa una muestra de sonido en una mezcla. Para dar lugar a otra secuencia, un comienzo diferente. No debería escapar a nuestra atención que la protesta actual en Colombia reinicia aquella otra que ya había ocurrido en noviembre del 2019, interrumpida por la pandemia. Debe entenderse además como parte de una secuencia.
Sucede a las de Chile, precede y sucede a las de los EE. UU. Es un género trans-continental que se mueve y se transforma. Como la energía, que no se agota. O un ritual nativo de limpieza. Hace imborrable lo que de otra manera sería momentáneo. Los asesinados por este régimen que nos ahoga no serán olvidados. Quienes han justificado tales asesinatos bajo el pretexto de proteger a la población civil o sus bienes, sus castillos y fortalezas, sus centros comerciales de una revolución inventada, no serán olvidados. Fingen. Mienten. Se enmascaran. Hablan de ‘revolución molecular’ disipada.
Al hacerlo propagan la ideología de odio de un neonazi chileno a quien tele periódicos cómplices han permitido un acto de impostura. Simular la causa palestina para relativizar los crímenes del nazismo. Falsear equivalencias entre el fascismo y los anti-fascistas que les enfrentaron. Argumentar de manera elíptica. Como sin querer queriendo. Negar ser racista como hacen hoy todos los racistas. Negar ser anti-semita y al tiempo negar en El Tiempo la culpa Nazi hasta tanto no se disculpen también los israelitas. Negar estar de acuerdo: “es algo que no me cabe en la cabeza”.
Que es lo que dicen quienes simulan neutralidad: “también soy capaz de encontrar valores en el nazismo y el socialismo”. De paso afirmo sin decirlo, como sin querer queriendo, que unos y otros eran la misma cosa, o que los nazis eran socialistas, anti-capitalistas y de izquierda. Todo lo cual es falso. ¿Pero a quién le importa? Pues ahora sabemos que sí importa. No tanto por el personaje, que no importa, sino por quienes le invitan a propagar su ideología de odio y falsa historia a las fuerzas armadas y en la radio. ¿Libertad de expresión, o de falsedad y opinión para enmascarar los crímenes? Los de otros y también los propios. ¿Científico, historiador? ¿Un falsificador de la historia, como dijo Deborah Lipstadt del negacionista Irving durante el juicio que inició este siglo? ¿Negacionistas? Negaron la guerra civil y la guerra sucia como hoy niegan la masacre contra el pueblo que protesta. Niegan la existencia de los paramilitares. Niegan los testimonios de los sobrevivientes así estén grabados en celulares y circulen por las redes. Niegan la existencia.
Para afirmar sus castillos, sus fortalezas y centros comerciales. Estos negacionistas que se dicen realistas. “Demasiada metafísica, poco materialismo”. Fingen. Mienten. Tuitean. Se enmascaran. Negacionistas positivos. Falsos positivos. No debemos permitirles cooptar la protesta. La protesta no es una fortaleza con bastiones y milicias de autodefensa que la protejan y conserven el territorio conquistado sino un puerto o un aeropuerto. Un punto de partida. La revolución no será televisada.
Quizás no sea posible, no aun, o composible, como dicen los filósofos. Pero la protesta si puede ser sampleada. Si ello es así, entonces quizás este sea el momento de deferirla antes de que declaren la conmoción interna y la utilicen para intentar legitimarse tras haber mostrado su verdadera cara. La de los asesinos del pueblo que protesta. Para que quienes protestan puedan iniciar otra secuencia. Un comienzo diferente.