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“La que más ha exigido y la que menos ha dado”

Julián López de Mesa Samudio
29 de octubre de 2009 - 03:45 a. m.

HACE MESES, YESID BONILLA, UNO de mis más lúcidos estudiantes, escribió en su perfil de Facebook que él pertenecía a la generación que más había exigido y la que menos había dado. Esta contundente afirmación me ha perseguido desde entonces, pues también se aplica a mí y a mi generación.

Los graves incidentes de las últimas semanas, relacionados con el presupuesto para la educación del año que viene y el malestar producido por los mismos, me hacen reflexionar acerca de mi papel y el de toda la comunidad académica, pues el asunto ya no afecta sólo a las universidades públicas, sino que también, en el mediano plazo, tendrá consecuencias para todos aquellos que estamos vinculados de alguna forma u otra al sistema educativo.

Empero, no quiero caer aquí en lugares comunes ni en los típicos facilismos académicos que cuestionan, denuncian, critican, exigen, pero que casi nunca proponen alternativas concretas. Siguiendo la estela de una hoja lanzada por este centinela de la Atalaya hace unas semanas, considero que el primer paso consiste en unir fuerzas y voluntades. La universidad pública y la privada tienen que hablar; sus agendas y sus objetivos son unos mismos y, aunque algunos se sorprendan o se indignen, sus problemas son también similares. Para que esto suceda hemos de romper primero con los funestos y manidos estereotipos que tenemos del otro.

En primer lugar, no todos los estudiantes de las universidades públicas son vándalos encapuchados o borregos que siguen ciegamente a los vándalos encapuchados. Hoy la universidad pública, como casi todas las universidades, tiene una comunidad académica diversa donde se fomenta el debate y la reflexión desde distintas posturas políticas, filosóficas e incluso espirituales.

De la misma manera, no todos los estudiantes de las universidades privadas viven aislados de las realidades nacionales en burbujas protectoras que perpetúan viejos vicios y privilegios sociales. Un alto porcentaje sufre semestre tras semestre para poder pagar sus matrículas, muchísimos han sido tocados por la violencia y la gran mayoría, por una razón u otra son profundamente críticos de buena parte de nuestras realidades nacionales.

Por lo tanto, la universidad pública no es un fortín de intransigencia política condenada a los viejos y anquilosados discursos de la izquierda vetusta, ni la universidad privada es un reducto de conservadurismo, igualmente intransigente, que protege los privilegios de la élite.

Sin embargo, no basta solamente con unirnos, con hablar y debatir. Debemos ser responsables de nuestro destino y no exigir de los demás, del Gobierno y el Estado, de los medios, de los profesores, de los estudiantes. Exigir… de todos menos de nosotros mismos.

Termino esta columna con una anécdota que para mí es un ejemplo a seguir: en la última parte de los años ochenta, en la ciudad de Dakar, Senegal, por diversas causas el Estado no siguió recogiendo las basuras y el sistema sanitario colapsó. Los jóvenes africanos, inspirados en la música de Youssou N’Dour, comenzaron a organizarse y a salir a las calles. No se organizaron para exigir. Salieron en masa a limpiar su ciudad al ritmo de la música. De esta forma comenzó la Operación Set/Setal, por la cual la juventud refabuló su ciudad, pues el esfuerzo no concluyó con la limpieza, sino que continúa hoy en día con el embellecimiento de la ciudad a través de, por ejemplo, un desarrollado y vital movimiento muralista.

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