El Fondo Monetario Internacional, en sus perspectivas económicas, ha estimado que Colombia perdería unos $80 billones en producción durante 2020, de los cuales solo se recuperarían unos $40 billones en 2021. Esto contando con que los precios de las materias primas repunten. De lo contrario, como puede pasar, la situación sería menos optimista. La reactivación esperada, entonces, dependerá en buena parte de medidas nacionales, más que de la suerte de los precios de los commodities. En cuatro pasos daré mis ideas para lograrlo:
1. El reto más importante que enfrenta la reactivación es generar empleos. La solución debe ir más allá del emprendimiento individual y dependerá en gran parte de la capacidad empresarial para demandar fuerza de trabajo. Según Confecámaras, todavía no se ha presentado un balance neto negativo en la desaparición de empresas, lo que motiva a hacer esfuerzos en apoyarlas para que, al evitar su quiebra, no se pierda más ocupación. El reto de corto plazo es estimular a las que han logrado sobrevivir.
2. En el mediano plazo, la recuperación y el mejoramiento de la calidad del empleo serán consecuencias de aprovechar la crisis para cambiar la estructura productiva del país. La sumatoria de éxitos individuales no es igual a un aparato productivo nacional capaz de crear riqueza colectiva. Para hacer crecer el PIB, de manera sostenible y sustentable ambientalmente, es indispensable buscar el encadenamiento de los sectores económicos, que hoy no existe. Agro y minería son los proveedores de materias primas para la transformación manufacturera. Para que esto se logre, se requiere que todas las actividades de servicios estén articuladas con estos propósitos. Quizás la más importante de ellas la estableció la Misión de Sabios en su informe de 2019, al plantear que el país debe alcanzar para 2028 el 1,2 % del PIB en inversión en ciencia y tecnología, de los cuales el 67 % tendrán que ser recursos públicos. Si no se logra, “Colombia se quedaría rezagada” y no podría “disputar posiciones relevantes en la economía global”, porque dependería “de otros países en conocimiento básico”.
3. Hacer que lo anterior pase no será resultado del azar, ni se conseguirá por decisiones “racionales” de los agentes de mercado. Se requiere planeación; es decir, políticas públicas de industrialización, orientada por el Estado y ejecutada por las empresas. Y cambios en tratados para evitar que el comercio desleal las afecte. Además, la política pública debe lograr mejorar el entorno de negocios para poder competir internacionalmente.
4. Para implementar las políticas se necesitan recursos públicos y acceso a créditos baratos para los privados. Obliga, entonces, a mejorar el recaudo tributario, que hoy está 15 puntos porcentuales por debajo del promedio de la OCDE. ¿Cómo? Con progresividad: tarifas marginales altas en la renta de personas naturales, evaluando exenciones, controlando las fugas de capitales a guaridas financieras e invirtiendo sin corrupción.
El qué hacer es lo fácil. Lo difícil es cómo alcanzarlo porque supera la teoría económica y llega a la política (y a la ética) y, en tiempos modernos, también al ‘marketing’ político. ¿Están las precandidaturas presidenciales listas?