La resistencia colombiana

Columnista invitado EE
14 de diciembre de 2018 - 00:00 a. m.

Por Nina Chaparro*

La resistencia fue como se denominaron en la Segunda Guerra Mundial los grupos clandestinos de distintos países que valientemente se opusieron al nazismo. Desde los yugoslavos hasta los franceses y checos, surgieron cuadrillas de personas que, a pesar del régimen del control total, lograron filtrar información, escondieron opositores y salvaron vidas. A partir de allí, la idea de resistencia se extendió por el mundo para nombrar a los grupos de la sociedad inconformes con gobiernos antidemocráticos.

En Colombia, desde las pasadas elecciones del 17 de junio, que le dieron la Presidencia a Iván Duque, han surgido distintas formas de resistencia a este Gobierno de derecha por sus propuestas relacionadas con debilitar el proceso de paz, unificar las tres cortes, retroceder en derechos de minorías e impulsar políticas en contra de la conservación del medio ambiente como el fracking, entre otras.

Así, en tan solo seis meses de este Gobierno, hemos visto que empiezan a emerger formas de resistencia que a pesar de que no se conocen entre sí, ni se reúnen, ni se identifican con un solo partido político, sí están juntas en un mismo propósito: defender la democracia. Actúan de forma atomizada pero con la misma sincronía de una defensa de fútbol, bien parada, que ataja los goles que quiere meter este Gobierno.

En agosto, iniciamos este Gobierno con la conmovedora Marcha por la Vida donde millones de personas de todo el país y del mundo, dolidas e indignadas, salieron a las calles por los asesinatos de líderes y lideresas sociales. Hoy los medios cuentan, reportan e impulsan diálogos nacionales para que pare esta matanza. Entre agosto y diciembre, Duque hizo dos intentós por designar como director del Centro de Memoria Histórica a personajes que no tenían conocimiento en esta materia y además uno de ellos inventó un doctorado. Ante este desatino le llegaron numerosos comunicados, cartas y columnas que terminaron en la renuncia de los aspirantes.

En noviembre, a propósito de la propuesta del senador Ernesto Macías a Duque sobre convocar una asamblea nacional constituyente, una bandada de trinos le recordó al presidente del Congreso que es el pueblo quien convoca este tipo de mecanismos. En el mismo mes el Gobierno decidió apretar aún más el bolsillo de las clases medias y bajas y propuso añadir el IVA a otros productos de la canasta familiar. La fuerte oposición de la sociedad civil hizo que el Gobierno nuevamente se retractara. Entre septiembre y diciembre estudiantes y no estudiantes han marchado al menos cinco veces cantando “yo quiero estudiar para cambiar la sociedad”. Piden una adición presupuestal para la desfinanciación de la universidad pública y no se van a parar de la mesa hasta que lleguen a un acuerdo.

En diciembre, el Congreso propuso silenciosamente un proyecto de ley para regular la televisión pública. Santiago Rivas y La Pulla lo criticaron y acto seguido RTVC dejó de emitir el programa Los Puros Criollos presentado por Rivas. ¿Censura? Lo cierto es que la ley no pasará de agache y cada acto de censura tendrá miles de voces que amplifiquen estas arbitrariedades.

Aunque este Gobierno nos ha metido algunos goles, como el nombramiento de políticos en cargos de poder que están en contra de los derechos de las mujeres y la población LGBT como Alejandro Ordóñez, Viviane Morales y Nayid Abu Fager, y también la estigmatización de la dosis mínima y la falta de designación de un fiscal autónomo que asuma el caso de Odebrecht —el más aterrador de corrupción en Colombia—, lo cierto es que hay una defensa, una sociedad civil vibrante, que no para de atajar. Para los próximos años estas formas de resistencia deben permanecer incansables, pacíficas, no dejar la calle, no dejar los medios, ingeniar nuevas forma de resistir, invitar a las nuevas generaciones a ser parte y ojalá tengan el impulso de convertirse en una resistencia colombiana.

* Investigadora de Dejusticia.

 

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