Por Hugo Eduardo Vera Valenzuela
El triunfo de la película dirigida por Sebastián Leilo y protagonizada por Daniela Vega, “Una mujer fantástica”, fue recibida con orgullo y felicitaciones, pero ¿es esta la reacción que se merecen los creadores de la película y la comunidad LGBTQIA? No creo que el “primer Óscar de chile” debería generar orgullo, sino un sentimiento de responsabilidad y reconocimiento hacia esta minoría. Un llamado a aprovechar esta oportunidad para apreciar lo que debe ser apreciado y conversado, una ocasión para abrir el diálogo sobre la discriminación de género y muchos otros temas de igualdad social que quizás no son descartados en la luz del día a día en Chile, pero son empujados al underground, a las sombras, a algo que, si se hace agachando la cabeza y en un rincón que nadie ve, entonces es tolerado —nunca aceptado—.
Este es un triunfo de la creciente industria chilena de cine y un triunfo de la comunidad LGBTQIA internacional. Lo que debemos celebrar es a Daniela Vega siendo la primera trans en presentar en los Óscar, Greta Gerwig, solo la quinta directora en ser nominada a los Óscar y la diversidad de los nominados. Chile es parte de estos triunfos internacionales que competen a todos, lo que hace responsables a los chilenos, así como a todos, de contribuir a que estos temas sigan tomando más y más relevancia, de que pongamos estos temas sociales al mismo nivel de importancia que temas medioambientales, económicos y políticos.
Esta última semana de la segunda presidencia de Bachelet recuerda a los chilenos que tenemos que llamar al presidente Piñera a no olvidar y no cerrar la plataforma que ella abrió para luchar por reformas, por un Chile para todas y todos, por cambios sociales y medioambientales. Piñera, por favor considere estos temas al mismo nivel de importancia que la estabilidad y progreso económico que lideran su agenda.
Si de verdad Chile se siente orgulloso del equipo de chilenas/os que logró ganar el premio más reconocido en el mundo del cine, entonces, honren su visión y mensaje. Partiendo con la Ley de identidad de género, que se ha estado tramitando por más de cuatro años y que obliga a la mujer fantástica Daniela Vega a, cada vez que viaja representando a su país, presentar su pasaporte con un sexo y nombre que no son los suyos.
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