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La Revaluación y el 1X1000

Roberto J. Camacho
27 de junio de 2008 - 01:55 a. m.

Ante los estragos que viene causando la caída del precio del dólar en los sectores exportadores y aquellos que compiten con importaciones, ha llegado el momento de revivir la discusión a la propuesta original de James Tobin, quién planteó la necesidad de establecer un impuesto sobre las operaciones cambiarias para minimizar los efectos dañinos que producen los llamados “capitales golondrina”.

Inspirado en la Teoría Keynesiana, que invoca el “intervensionismo” en la economía por parte de los Estados para mitigar los efectos de desaceleraciones o recesiones, el premio Nóbel de 1981, consideró necesario “echar un grano de arena en los engranajes” cambiarios con el fin de disuadir a los especuladores y recaudar dinero suficiente para derrotar la pobreza en el mundo.

Organizaciones pertenecientes al sistema de Naciones Unidas como la Conferencia para el Comercio y el Desarrollo o el PNUD, habrían establecido que con el 10% de las sumas proyectadas sería posible resolver los problemas sanitarios del Planeta o que con el 3% sería posible universalizar la educación primaria.

La propuesta es sencilla, cada vez que se realice una operación cambiaria, se aplicaría un impuesto, que podría ser del 1X1.000; con ello se desestimularían  las operaciones de corto plazo, lo que prevendría la entrada y salida intempestiva de capitales, que suele derivar en reevaluaciones e incremento de las tasas de interés generando daños en las economías. Las crisis de México, el Sudeste asiático y Rusia lo han probado.

En Colombia la idea fue reorientada hacia las finanzas internas constituyendo lo que hoy es llamado 4X1.000, que inicialmente se utilizó para “lanzar un salvavidas” a las entidades bancarias en aprietos, luego para reconstruir el Eje cafetero y finalmente para aliviar el recurrente déficit del Tesoro nacional. Es curioso que mientras este impuesto nació para ayudar a recuperar la “confianza pública” en el sistema financiero, lo que hizo fue deteriorar la confianza en el “sistema tributario” puesto que se “rompió” la promesa de su carácter temporal.

Ahora que el gobierno no puede pensar en prescindir de los dineros que recauda por este concepto en contravía con el ruego del sector y la mala fama del impuesto, se abre una “Ventana de oportunidad” para la implementación de uno que desacelere los movimientos especulativos de capital, afecte poco las inversiones de largo plazo y que al mismo tiempo genere ingresos que sustituyan una reducción del impopular 4X1.000.

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