¿La revolución trasnochada de Córdoba 2018?

José Manuel Restrepo
24 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Se celebró en córdoba, Argentina, el evento decenal más importante de la educación superior para América Latina y el Caribe. Me refiero a la III Conferencia Regional en la que participaron más de 7.000 personas entre rectores, profesores, estudiantes, actores de política pública, ONG y directivos universitarios. Un evento de una semana de conferencias, seminarios, paneles y simposios, que se ha realizado anteriormente en La Habana y Cartagena, y que se presume es el ágora ideal para debatir y profundizar en las tendencias, retos y avances del sistema de educación superior en la región.

Habiendo asistido, confieso que me embarga un sentimiento agridulce, en el sentido que las conclusiones del evento no son muy distintas de las de hace 10 años, y que tibiamente la conferencia no se puso de frente a la cuarta revolución industrial y a la urgencia de actualizarnos, así como lograr mayores estándares de calidad y pertinencia del sistema educativo. Por el contrario, e incluso desde el inicio hasta el final, el evento dejó un tono de ideologización en buena parte de los discursos centrales, que deja el sentimiento de desconocimiento del papel de las universidades privadas sin ánimo de lucro, profundiza poco en la manera de enfrentar los bajos estándares de calidad de parte del sistema educativo oficial y privado, nada dice sobre la necesidad de fortalecer la innovación, poco comenta sobre cómo mejorar en ciencia y tecnología, y luce débil en reconocer las necesidades de renovación curricular y pedagógica que nos pongan a tono con programas de formación más pertinentes y a la vanguardia. Tristemente, conferencias iniciales como la del profesor Axel Didriksson, de la UNAM, que se reconoce como un experto en innovación en educación, pasaron de largo para la mayoría de los asistentes, en especial cuando se refiere a la manera como el sistema de educación superior de Asia-Pacífico nos ha quitado protagonismo al avanzar a construir sistemas universitarios de talla mundial, con más inversión de recursos hacia la ciencia y la innovación, estructuras de gobierno menos burocráticas y más orientadas a la toma de decisiones efectivas, avance en capacidades de generación de ingresos propios en las instituciones para lograr más autonomía, conciencia mayor de la internacionalización y su poder transformador y alineación con el desarrollo tecnológico, la digitalización y la preocupación por la experiencia del estudiante.

En 1918, Córdoba fue justamente el referente de cómo los jóvenes universitarios latinoamericanos fueron transformadores al reclamar para el sistema universitario más autonomía, más sentido crítico y más compromiso social, a tal punto que fue este un hito en la historia universal de la educación superior. Las conclusiones preliminares del 2018, en la misma ciudad, distan mucho de lo anterior y parecen más un discurso trasnochado de la cultura del avestruz latinoamericano, que esconde su compromiso, por ejemplo, con la formación en ciudadanía o con la cultura de integridad. Es sorprendente, por ejemplo, que nada se dijo al hablar de responsabilidad social de la universidad, del desafío de responsabilidad pasada y futura que tenemos frente a escándalos tan propios de esta región como Odebrecht. El mayor porcentaje de coimas, cercanas a USD $1.000 millones, se pagaron en esta región a egresados de este sistema educativo. Pero peor aún, siendo la Revolución de Córdoba de 1918 un ejemplo para el mundo en la construcción de autonomía, la declaración final, presuntamente por ese espíritu ideologizado, prefirió el silencio a denunciar la más notoria violación a esa autonomía universitaria de que se tenga conciencia en la región, que es la que se viene presentando tanto en Venezuela como en Nicaragua con las universidades serias de estas naciones.

No niego destellos positivos de la conferencia en algunos expositores que pusieron de presente temas como el énfasis en el aprendizaje, la responsabilidad social con el acceso, la construcción de un sistema de educación superior más diverso, la necesaria respuesta de la investigación a los objetivos de desarrollo sostenible, entre otros asuntos, pero al final el sabor sin duda es más agrio que dulce, y tristemente no deja mucho optimismo de lo que viene a continuación para el sistema educativo latinoamericano. Habrá que empezar a ver para otros lados.

jrestrep@gmail.com; @jrestrp

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar