La semana realmente débil del presidente Trump

Maureen Dowd
04 de agosto de 2017 - 10:41 p. m.

Donald Trump estaba prometiendo destruir un cartel criminal infame.

Desafortunadamente, no el suyo.

Pero se pudiera perdonar que alguien confundiera las viciosas tácticas de la pandilla MS-13, según las describió el presidente en un discurso en Long Island el viernes pasado, con las de la Casa Blanca de Trump.

“No les gusta disparar a las personas porque es demasiado rápido, demasiado veloz”, dijo Trump, y añadió: “Les gusta acuchillarlas y cortarlas, y dejarlas morir lentamente porque de esa forma es más doloroso, y disfrutan mucho ver eso. Estos son animales”.

El presidente podía haber estado describiendo su propia agresión sádica hacia Jeff Sessions, “como moscas a muchachos lascivos”, como dijo Shakespeare. Trump convirtió a Sessions ⎯ con todas sus opiniones retrógradas sobre los gais, las drogas y la justicia criminal ⎯ en un héroe improbable para legisladores de ambos partidos que empezaron a elogiarlo como la joya de la corona de la jurisprudencia estadounidense.

En su discurso, Trump alentó la brutalidad policiaca y dijo que era “el gran, gran creyente y admirador de la gente en las fuerzas del orden, ¿está bien?” Dijo que está protegiendo las espaldas de las fuerzas del orden al “100 por ciento”. Excepto para Sessions, Sally Yates, Preet Bharara y Robert Mueller.

Como dos personas cercanas a Trump dijeron a Maggie Haberman de The New York Times cuando se les preguntó por qué estaba atormentando a Sessions en vez de destituirlo: porque puede.

A seis meses de iniciada su presidencia, Trump ha despedido a un número asombroso de funcionarios superiores, culminando con Reince Priebus. Y, en su aislamiento paranoico y ofendido, incluso está pensando en repudiar a Steve Bannon, enemigo de El Mooch, y ponderando destituir a quien pudiera hacer que lo despidieran, Mueller, y absolviéndose de posibles acusaciones.

Trump aprendió su técnica de criticar públicamente y despedir libremente de George Steinbrenner, uno de los personajes implacables y encumbrados con base en los cuales se modeló cuando empezó a pasar el rato en el Yankee Stadium en los años 70.

El oscuro pandemónium del Ala Oeste de Trump se ha convertido en una escena agusanada digna de Hieronymus Bosch. Como le gusta decir a la porrista de Trump en Fox News Katrina Pierson: “La gente tiene que sentirse cómoda estando incómoda”.

Trump liberó a su pit bull Mini-Yo Anthony Scaramucci para que atacara a Priebus, y El Mooch se lanzó como Caín contra el Abel de Priebus, destripándolo en una diatriba lasciva con, de todas las opciones, The New Yorker. Luego Trump dio el golpe de desgracia la noche del viernes, tuiteando desde el Air Force One mientras Priebus descendía del avión que estaba reemplazando al secretario de la presidencia con el secretario de Seguridad Interior, John Kelly.

Trump siempre ha sentido resentimiento hacia Priebus por aconsejarle que abandonara la contienda después de que salió a la luz la historia de la grabación de “Access Hollywood” de Billy Bush ⎯ conocida como la “AH escarlata” de Priebus, según The Washington Post ⎯ y por no comprender que Trump no es un mero republicano; es el jefe de su propio movimiento “hermoso” de nosotros contra ellos, “a los cuales el mundo nunca ha visto antes”.

Priebus no era “un original”, como se conoce a los primeros leales a Trump, o un populista. Pero era el mejor amigo en Wisconsin de Paul Ryan, lo cual hizo dudar a Trump sobre dónde estaban las lealtades de su secretario cuando se trataba del Congreso. Y Trump y El Mooch habían acusado a Priebus de filtrador”, lo cual les molesta, aun cuando ellos mismos son filtradores extraordinarios.

Como reporta el Post, la complacida degradación que hizo Trump de Priebus incluyó este incidente: “En cierto momento, durante una reunión en la Oficina Oval, una mosca empezó a zumbar sobre su cabeza, distrayendo al presidente. Como la mosca seguía volando en círculos, Trump llamó a su secretario y le encomendó matar al insecto”.

Después de torturar a Reince durante meses, Trump felizmente le dio el humillante empujón final. Mientras los tuits llegaban a los teléfonos celulares de la Casa Blanca, los colegas de Priebus Stephen Miller y Dan Scavino descendieron de la Suburban que estaban compartiendo con Priebus, dejando al hombre desempleado en medio de la lluvia en la pista de la Base Andrews de la Fuerza Aérea, el eslabón más débil lanzado por el tobogán hacia los lobos de la prensa.

Eres un asesino y un rey o un perdedor, como le gustaba decir a Fred Trump. Y alguien que no entienda que Trump es más importante que el Partido Republicano o la institución de la presidencia es, en su mente, un perdedor. Cualquiera que no comprenda que la lealtad debería ser para él personalmente, en vez de para el país, es, para Trump, un perdedor.

Trump está atrapado en una caricatura de masculinidad que corroe su juicio. Como carne roja para su base, tuiteó que después de consultar con sus generales estaba prohibiendo a las personas transexuales de las fuerzas militares. Pero su secretario de Defensa, James Mattis, y los generales rápidamente se retractaron de la idea.

Con Priebus, reportó el Post, el presidente se obsesionó con la impotencia. “La palabra fue ‘débil’; ‘débil’, ‘débil’, ‘débil’, ‘no se puede hacer’”, dijo un funcionario al periódico.

Pero después de tanto jactarse de ser un gran negociador y cerrador, es el presidente Trump quien no puede hacer las cosas. Ni siquiera pudo cerrar el trato en torno a un patético y básico proyecto de ley sobre la atención de salud, amedrentando ineficazmente a Lisa Murkowski, una senadora republicana de Alaska, y no logrando convencer a John McCain, quien felizmente tuvo su venganza por la burla que Trump hizo de él señalándolo como perdedor porque fue capturado en la guerra.

Trump tampoco puede hacer nada por su amigo, Putin. De hecho, el mayor logro legislativo antes de que el Congreso entre en receso en agosto habrá sido aprobar nuevas sanciones contra Rusia porque los legisladores no confían en su propio presidente. Hablemos de debilidad.

Los congresistas republicanos están perdiéndole el miedo a Trump, haciendo comentarios cada vez más sarcásticos sobre él. Corea del Norte está disparando miles y la Casa Blanca se muestra aturdida. Los generales están resistiendo los edictos tuiteados de Trump. El mortificado líder de los Boy Scouts tuvo que disculparse por el discurso sugerente y partidista del presidente.

¿Y qué pudiera ser más débil que eso?

2017 New York Times News Service

 

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