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La silla vacía

Francisco Leal Buitrago
13 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

En sectores sociales - en especial independientes— hay preocupación sobre la eventual desaparición del movimiento ‘Pedimos la Palabra’. Y con razón. Fue una veloz puesta en escena, en el segundo semestre del año pasado, de ese nuevo movimiento político.

Se identificó entonces con figuras públicas, como Antanas Mockus, Antonio Navarro, Cecilia López y otras cuantas. Fue algo así como el inicio de otra ‘Ola Verde’, alimentada por una coyuntura favorable. Pero este año languideció.

Dada la inercia de su ascenso, en el foro del pasado 28 de abril sobre Participación Política, convocado por la Universidad Nacional y Naciones Unidas para presentar propuestas de partidos, movimientos y organizaciones sociales con el fin de enviarlas a La Habana, hubo un cupo reservado en el estrado para ‘Pidamos la Palabra’. Y esa silla se quedó vacía.

¿Pero por qué tal preocupación? El país político se halla en un escenario muy particular. En el trasfondo se observa una opinión pública polarizada, a causa de una confrontación instigada por poderosos intereses egoístas, que juega con la tragedia de una sociedad signada por la violencia e identificada con altos índices de inequidad. 

Y en su primer plano se ve el comienzo de un proceso electoral atravesado por las conversaciones de La Habana, un gobierno regido por el pragmatismo, un Congreso que compite en descrédito con buena parte de las cortes y unos gobiernos departamentales y locales insuflados por el clientelismo y la corrupción. Las encuestas de opinión indican la baja favorabilidad de casi todos sus mandatarios.

De esta manera, se ha ampliado un espacio vacío en las actividades políticas de los últimos años, a la espera de que sea ocupado por fuerzas sociales que empujen al país para salir de este atolladero.

Pero, ¿qué ha ocurrido para que se haya ampliado este espacio? Los partidos políticos son apenas remedos de lo que deberían ser las normas que los rigen son pantomimas que disimulan ansias de poder y enriquecimiento de gran parte de sus jefes, la izquierda demostró su incapacidad de llenar ese vacío y la ciudadanía como tal no existe en gran parte de la población, pues su marginalidad no le permite cumplir con sus deberes y reclamar sus derechos.

Las fuerzas que anhelan un cambio en esta situación están a la espera de que los acuerdos que salgan de La Habana incluyan propuestas para entronizar un remozado sistema político, que requeriría, sin embargo, una refrendación por parte de la voluntad popular. Pero de una voluntad que no cuente con mayorías intransigentes. De ahí la importancia de un eventual éxito en los acuerdos que se firmen.

Este escenario deseable necesitaría la convergencia de sectores y organizaciones sociales, que bajo un liderazgo signado por principios mínimos conduzca a una reconstrucción de la democracia. Pero, con un panorama político fragmentado y sembrado de egoísmos, ¿podría pensarse en esa posibilidad? La eventual desaparición de ‘Pidamos la Palabra’ sin duda la reduce, pues implicaría la ausencia de una fuerza aglutinadora que ya había avanzado en tal propósito.

 

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