La sin salida de la guerra contra las drogas

Santiago Villa
18 de julio de 2018 - 11:00 a. m.

Es casi delirante creer que el narcotráfico en Colombia se va a acabar. Durante los últimos 30 años hemos visto el sucesivo desmantelamiento de las cuatro más poderosas narcoestructuras del país (el Cartel de Medellín, el Cartel de Cali, las Autodefensas Unidas de Colombia y las Farc), y la reducción en el tráfico de cocaína ha sido mínima o inexistente.

Estamos atrapados en una rueda infinita de sucesiones dinásticas porque no hemos desmantelado el eje que permite el dominio monárquico de la mafia: la rentabilidad de la cocaína.

La lucha contra las drogas comenzó por motivos morales hace un siglo, y ahora –o mejor, desde hace décadas– la misma guerra contra las drogas se ha vuelto inmoral.

Recordemos algunos orígenes. En el siglo XIX los británicos inventaron el narcotráfico en las costas de China. Dado que el imperio oriental no estaba interesado en comprar ninguno de los productos de Inglaterra, y en cambio la burguesía victoriana estaba ávida de seda, porcelana y té, la única forma de pagar por las mercancías, en un mundo que –luego de las independencias latinoamericanas– había perdido el 50% de su oferta de metal plata, era con algo que en China se vendiera igual de bien o mejor.

Las exportaciones a China de opio producido en India pasaron de 3.159 a 40.200 baúles al año entre 1805 y 1839. Entretanto, el opio era ilegal en China. El imperio Qing tan sólo legalizó la droga después de que los británicos bombardearan el palacio de verano del emperador. Es como si Estados Unidos aceptara legalizar la cocaína tan sólo cuando el ejército colombiano ocupara Camp David y rodeara la Casa Blanca.

Henry Pottinger, el comandante de las fuerzas británicas durante la Primera Guerra del Opio y el primer gobernador de Hong Kong, dijo alguna vez que los británicos no eran responsables por el consumo de opio en China. Si los funcionarios chinos fueran incorruptibles sería imposible que el opio entrara al país, y si su gente fuese virtuosa, no lo consumiría.

¿Por qué era ilegal el opio en China? Por la misma razón que ahora es ilegal en casi todo el mundo la cocaína: las autoridades imperiales consideraban que  su carácter adictivo era un peligro para el orden social. En realidad, el consumo de opio en China no era muy alto hasta que los británicos invadieron al país con el producto.

Fue una legalización malsana, en la que no había un mercado regulado. Ese por supuesto es un extremo indeseado. Se puede legalizar el consumo de drogas y desincentivarlo, limitarlo, imponer dificultades para su venta, como sucede con el tabaco.   

Legalizar las drogas implica aceptar que un problema es la adicción y la criminalidad cotidiana asociada a sus casos extremos, y que otro problema es el narcotráfico. Que lo primero se puede seguir combatiendo con programas de salud y el trabajo de la policía local, y lo segundo sencillamente se convierte en un negocio legal. Este cambio es muy difícil de vender a un público que aún piensa que la prohibición de las drogas duras, y no la inapetencia de la mayoría de la gente por ellas, es lo que impide una gran epidemia social de adicción. 

Al mismo tiempo que los británicos libraban guerras en China para imponer el consumo de opio, Albert Niemann aisló en Gotinga el alcaloide de la cocaína contenido en hojas de coca, que Alemania importaba de Bolivia y Perú. Los laboratorios alemanes fueron los primeros grandes exportadores de cocaína, una droga que en Estados Unidos se fomentó entre la población afroamericana, después de la esclavitud, para aumentar su rendimiento laboral. A finales de siglo XIX comenzó a desincentivarse por motivos no menos racistas: supuestamente a causa de su consumo, los negros alcanzaban poderes sobrehumanos y desataban delirios violentos para atacar a la policía y la población blanca. Se ilegalizó a partir de 1914.

Desde entonces no ha cambiado mucho el miedo generalizado de la población estadounidense hacia la cocaína, si bien está menos asociada a un posible motín racial.

El lobby en las instituciones estadounidenses es un obstáculo adicional para la legalización de la cocaína. La lucha contra las drogas es sumamente lucrativa para las empresas involucradas en ella y las agencias de seguridad del estado, porque la pagan los contribuyentes con sus impuestos. Desde 1970, cuando Richard Nixon lanzó la guerra contra las drogas, Estados Unidos ha gastado 1 billón de dólares -que es un tercio de su déficit o un tercio de su gasto anual en salud- en los variados componentes de la lucha contra las drogas: armas, prisiones, agentes antinarcóticos, tecnología de vigilancia, aunque también rehabilitación y tratamiento.   

Ahora que la marihuana comienza a ser despenalizada, la cocaína es el siguiente paso lógico Ojalá acontezca más pronto que tarde para detener el torrente de sangre en América Latina y el desperdicio de dinero estatal por parte de todos los países extraviados en esta absurda guerra.

Twitter: @santiagovillach

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