La suerte del ñame

Javier Ortiz Cassiani
17 de septiembre de 2017 - 04:00 a. m.

Aunque los historiadores de la cocina han ubicado menciones al ñame en documentos chinos que datan de 2.000 años antes de Cristo, nada se relaciona más con África y con la primera diáspora forzosa africana a territorio americano que este exquisito tubérculo. Desde 1530, con el auge del comercio esclavista desde las costas occidentales de África hacia América, los tratantes hispanos y portugueses lo introdujeron con los cargazones de esclavizados como un alimento barato, y había tanta comunión entre el África occidental y el ñame, que un comerciante de Cartagena se refería a un grupo de africanos comprados por él como los ñame-ñame.

Aquí se quedó en el Caribe insular, en la costa norte de Suramérica, y en algunas zonas del Pacífico colombiano. Cuando los cosmógrafos de la corona española Jorge Juan y Antonio de Ulloa pasaron por Cartagena en 1735, se lo encontraron, junto a la yuca y al casabe, en la dieta básica de los habitantes de la Provincia, y para esa misma época otro viajero lo mencionó en un listado de lo que cultivaban los indígenas chimilas en sus sementaras. Si en los centros urbanos del Caribe colombiano se le llamaba yuca a la música vallenata como una forma de recordar su vocación rural, ñamuo es un término que algunos usan jocosamente para referirse a los habitantes del norte del viejo Bolívar grande y recordarles su herencia campestre.

Colombia está entre los 12 países del mundo que más ñame producen, y en el año 2010 ocupó el primer puesto en el mundo en rendimiento. Por estos días los campesinos de los Montes de María piden que les compren ñame. Acudieron a estrategias tan inéditas como desesperadas, como hacer un video que circula a través de las redes sociales. Les han llamado los youtubers del ñame. Desde hace algunos meses ya se anunciaban cientos de miles de toneladas allí, sin moverse, sin poder sacarlas, improductivas. Lo que para algunos es una sobreproducción, para los campesinos es la angustia de perderlo todo.

Algunos le han pedido al Gobierno Nacional que les compre la producción como una manera de lanzarles un salvavidas de apoyo. El gobierno departamental, para hacerle frente a la coyuntura, creó un ñametón y gente de todo tipo, a través de las redes sociales, comparte innovadoras recetas con ñame para fomentar el consumo. Sin embargo, lo que ocurre aquí no es nuevo ni tampoco es desconocido. Superada la guerra, en Montes de María, los campesinos tienen que sobreponerse a una inclemente lista de obstáculos. Las vías terciarias son un pasadizo mortal, algunos tienen que sacar su producción a lomo de mula, deben enfrentar los avatares del clima y la falta de agua —que en ocasiones privilegia los cultivos de palma—, no hay tecnificación ni formación, pero especialmente no hay una política para integrar la producción en los distintos mercados. La posibilidad de perder las cosechas de ñame es un insulto a la economía campesina y evidencia la deuda histórica que tenemos con el agro. Quizá se encuentre alguna fórmula para la crisis actual y el año que viene, otra vez, con una estampita de la Virgen del Carmen en el bolsillo, los campesinos de Montes de María probarán la suerte.

 

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