La tierra no da comida

Mauricio Botero Caicedo
21 de abril de 2019 - 07:30 a. m.

Hace unos meses recibí una estupenda reflexión del rabino Itzak Pollak, “Las vacas no dan leche”: “Un campesino acostumbraba a decirles a sus hijos cuando eran niños: ‘Cuando tengan 12 años les contaré el secreto de la vida’. Cuando el más grande cumplió los 12 años, le preguntó ansiosamente a su padre cuál era el secreto de la vida. El padre le respondió que se lo iba a decir, pero que no debía revelárselo a sus hermanos. ‘El secreto de la vida es este: la vaca no da leche’. ‘¿Qué dices?’, preguntó incrédulo el muchacho. ‘Tal cual lo escuchas, hijo: la vaca no da leche, hay que ordeñarla. Tienes que levantarte a las cuatro de la mañana, ir al campo, caminar por el corral lleno de boñiga, atar la cola y las patas de la vaca, sentarte en el banquito, colocar el balde y hacer los movimientos adecuados. Ese es el secreto de la vida. La vaca, la cabra, no dan leche. Las ordeñas… o no tienes leche’. Hay una generación que piensa que las vacas DAN leche. Que las cosas son automáticas y gratis: deseo, pido, y obtengo. Hay quienes piensan que las vacas dan la leche. Que las cosas son automáticas y gratuitas. No. La vida no es cuestión de desear, pedir y obtener. Las cosas que uno recibe son el esfuerzo de lo que uno hace. La felicidad es el resultado del esfuerzo. La ausencia de esfuerzo genera frustración. Así que, recuerden compartir con sus hijos, desde pequeños, este secreto de la vida. Para que no crean que el gobierno, o sus padres, o sus lindas caritas van a conseguirles leche cual vaca lechera. NO. Las vacas no dan leche. Hay que trabajar por ella”.

La tierra, al igual que la vaca, no da comida: hay que trabajarla. El empresario campesino, de sol a sol —sin descuidar un segundo ni las malezas, ni las plagas— debe arar, abonar y fertilizar la tierra; debe escoger, sembrar y asegurar que las semillas germinen; estar pendiente del crecimiento, desarrollo y producción de la siembra. Cuando cosecha, el agricultor no puede descuidar la distribución y venta del producto final que le van a permitir cubrir los gastos, pagar los créditos y, de tener suerte, generar algo de utilidad.

La alegoría de Pollak sobre la vaca es una maravillosa reflexión sobre la razón por la que las políticas agropecuarias en Colombia han sido y siguen siendo un rotundo fracaso: porque casi todas están enfocadas en repartir tierra, y casi ninguna en producir. En el país, según el DANE, hay 40 millones de hectáreas con potencial agrícola, de las que solo 7,6 están en producción. Para los “repartidores”, el desafío no es poner a producir los 32,4 millones de hectáreas, sino repartir los 7,6 millones que ya producen. El crecimiento progresivo de la importación de alimentos, consecuencia de las torpes políticas agropecuarias que hacen que cada año produzcamos un porcentaje menor de comida de la que consumimos, genera el empobrecimiento de las zonas rurales y motiva la migración de los campesinos hacia las ciudades, una situación que se agrava con las barreras para acceder a crédito o tecnología.

Los “repartidores”, en esencia los burócratas, parte importante de los políticos, los periodistas “urbanos”, los demagogos y los populistas no entienden que la tierra no se come. Y si la tierra no se labra, no se abona y no se riega, no va a haber comida. Sin vías, sin acceso al crédito, sin tecnología, sin maquinaria, sin semillas, sin abonos y fertilizantes, el país no va a aumentar su producción agrícola. Para los “repartidores”, como para los indígenas del Cauca, la tierra es cuestión de desear, pedir y obtener.

 

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