La tiranía de la edad

Catalina Uribe Rincón
06 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

En días pasados fue noticia la extraña historia de Emile Ratelband, un ciudadano holandés que demandó a su Estado solicitando que le cambiaran la edad de 69 a 49 años. El hombre alegó que su edad real no coincidía con su edad emocional, pues a pesar de estar a punto de cumplir 70 se sentía 20 años más joven. Justificó su demanda alegando las dificultades que enfrenta un hombre de su edad para conseguir trabajo y pareja. La corte de Arnhem, como era de esperarse, negó su petición explicando que no podían eliminar 20 años de registros de existencia.

Esta historia aborda, aunque de manera algo jocosa, un asunto al que quizá nos hemos acostumbrado más de la cuenta: la tiranía de la edad. Una noción que nos dicta a diario formas de actuar y, peor aún, formas de no actuar. La vida se convierte en una lista de lo que se debe haber logrado a los 15, 30 y 40. Hablamos entonces de las “crisis de los 40” porque lo que no se hizo a los 40, supuestamente, ya no se hizo. Y nos inventamos otras tantas crisis y listas para todas las demás décadas. Creamos manuales de cómo hablar, vestirse y arreglarse. Y porque las arbitrariedades tienden a venir en paquete, para las mujeres hay extras. Así, mientras un hombre es un “soltero atractivo” a los 40 o incluso a los 50, a una mujer la “va dejando el tren” a los 30.

Pero la edad es en muchos sentidos un constructo social. El problema no es entonces, como cree el holandés, buscar cambiar la edad en la cédula, sino empezar a repensar las categorías fijas que la edad supone. Empezar a cambiar el discurso de tal forma que la “vida real” no suceda entre los 20 y los 40 como lo sugieren las películas de Hollywood. Cambiar la idea de que la carrera se estudia a los 20, de que las propiedades se adquieren a los 40, de que el mercado laboral se agota a los 50 y de que alguien que salió del mercado laboral por un tiempo ya tiene su carrera arruinada. Los jóvenes tienden a ser abiertos, arriesgados, impetuosos, innovadores, flexibles y esperanzados. Quien pierda estas características pierde juventud así no tenga más de 20.

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