La tiranía de lo particular

Oscar Guardiola-Rivera
25 de julio de 2018 - 03:00 a. m.

Estamos siendo aplastados por la tiranía de lo particular. En la izquierda, muchos caímos en la trampa de creer que todo intento de ir más allá del horizontalismo de los movimientos y las dualidades simples (blanco y negro, amigos y enemigos, opresores y proletariado) es de suyo reductionista y excluyente.

Entre los desencantados con la izquierda en el poder en Grecia, Nicaragua o Brasil hay quienes ahora se aferran al horizontalismo como solución tras el supuesto fracaso de partidos y organizaciones algo más verticales, en nombre de la diferencia y para mantener su pureza moral frente a la corrupción del poder que juzgan inevitable.

La izquierda centrista, en cambio, cree que cualquier intento de vanguardia por navegar más allá del marco actual está condenado al autoritarismo, como lo habría demostrado la historia del siglo XX, y culpa al espíritu revolucionario y experimental del pasado inmediato de los “populismos” del presente en ambos extremos del espectro politico.

A su turno, las cada vez más indistinguibles derechas y ultraderechas convergen en la defensa del ser identitario y el orden en contra de los supuestos ataques de aquello que llega desde el exterior. Dichos escenarios carecen de sentido alguno del universal repleto de esperanza o del tiempo preñado de posibilidades.

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En ellos no se admite la multiplicación de la vida sino que se multiplican las amenazas contra ella. Y se comercia con vidas particulares convertidas en moneda corriente, con lo cual se disimulan su igualdad y las libertades. Respecto de los hechos, la política, y las ideas que circulan en la esfera pública esta falsa equivalencia se ha convertido hoy en la regla.

Así por ejemplo, los medios trafican con las palabras de un energúmeno ignorante cuyos gritos hacen equivalentes a los argumentos y la cuidada retórica de aquellos para quienes el oficio de escribir implica práctica, años de rigurosa lectura y precision en el análisis antes que mera opinión. Se comercia con falsas equivalencias entre, digamos, la historia cubana y el llamado al golpe de estado más reaccionario en una nación vecina, o entre la reacción paramilitar o sus beneficiarios parapolíticos y la paz negociada.

La moda corriente es usar a los vivientes como moneda corriente. La economía monetaria en la cual se fundamentaron tanto el liberalismo de mercado como el análisis anti-capitalista, es hoy una parodia de la economía de los afectos equivalentes y las emociones particulares. En ello consisten la utopía neoliberal y la contra-utopía de los fascistas disimulados de hoy: Brexit y el estado de emergencia que ya planean los conservadores británicos, Trump, Casado y los Populares anti-mujer y pro-Franco de España, o los carceleros de Lula. Y la izquierda se muestra demasiado temerosa a la hora de llamar a las cosas por su nombre: la tiranía de las particularidades.

 

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